La tragicomedia sui géneris de Robert Wyatt
Robert Wyatt (Bristol, 1945) profundiza en lo que es ser inglés y, por extensión, occidental en su recientemente publicado Comicopera (Domino, 2007), considerado por gran parte de la crítica especializada como uno de los grandes discos del pasado 2007.
Sui géneris: de un género o especie muy singular o excepcional. No hay expresión que pueda definir mejor la apoteosis estilística a la que se dedica Robert Wyatt desde hace más de cuarenta años. Jazz, sí, pero también pop, folk, fusión latina, electrónica abstracta y, por supuesto y ante todo, experimentación.
El español medio no conoce la música de Wyatt. Apenas aparece en los medios. Su estatus internacional es sin embargo inmenso. Participó como batería en la corriente experimental británica de los sesenta a bordo de los progresivos y psicodélicos Soft Machine. Decidió abandonar el grupo en su máximo apogeo para emprender una carrera en solitario. A los pocos meses de sacar su primer largo (End of an ear, CBS, 1971), se cayó por la ventana durante una fiesta y se quedó permanentemente paralizado de cintura para abajo. Al poco tiempo, Wyatt regresó a la música con el escalofriante Rock Bottom (el negrísimo, terrorífico doble sentido de su título alude por un lado al fondo del pozo de la música rock y, por otro, al culo de piedra con el que se quedó el pobre Wyatt desde la caída). En él repasaba su recién estrenada vida en una silla de ruedas con una honestidad aplastante. Para muchos, es uno de los grandes discos del siglo pasado. Desde entonces se dedica a sacar álbumes cuando le apetece, combinando singles de éxito (como su versión del “I’m a believer” de los Monkees) con discos más experimentales. El que nos ocupa, Comicópera (Domino, 2007), contrariamente a lo que se ha supuesto desde algún periódico gratuito sin prestar mucha atención a lo que se tenía delante (¡qué demonios!, digámoslo claro, desde la página web de ADN), es un disco accesible a la primera escucha. Pero que su inmediatez no nos lleve a engaño: lo que aquí tenemos no es un producto de usar y tirar sino todo lo contrario, un álbum que no se agota escucha tras escucha. Como habitualmente, Wyatt cuenta con colaboradores de la talla de Brian Eno, Phil Manzanera o Paul Weller, que consiguen que hasta el más nimio de los detalles conmueva.
Aunque ha aparecido hace escasamente un mes, la mayoría de las revistas especializadas lo han incluido entre lo que han considerado los mejores discos del año. La muy recomendable The Wire lo ha situado directamente como su número uno.
Comicopera, como su propio nombre indica, está construido como una opereta en tres actos. Comienza con “Lost in noise”, centrado en sus observaciones sobre el amor y la pérdida. De este primer tramo destaca la segunda canción, Just as you are, coescrita con su esposa y cantada a lo Pimpinela ―si Pimpinela hubieran valido algo alguna vez―, junto a la sublime Mónica Vasconcelos.
La segunda, “The here and now”, lidia con lo que significa para Wyatt ser inglés hoy. Habla de religión, de guerra, de ruido, de la visión del mundo que nos ofrecen los medios. Los grandes problemas de un inglés contemporáneo, que bien pueden extrapolarse a los de cualquier otro occidental. Cierra este segundo acto con la muy experimental Out of the blue, cantada a medias con Eno. La crudeza con la que da paso al último de los actos deja claro que Wyatt sigue estando tan preocupado política y socialmente como siempre: “For Reasons beyond all understanding/You've blown my house apart/You've set me free/To let you know/you've planted/everlasting hatred in my heart/You've planted your everlasting hatred in my heart" (“Por razones más allá de tu comprensión/Has volado mi casa/Me has dejado libre/ Para hacerte saber/Que has plantado/Odio eterno en mi corazón/Has plantado tu odio eterno en mi corazón”). En el último de los tres actos, “Away with the fairies”, decide no emplear más el inglés. Deja atrás a la Pérfida Albión para abrazar el Mediterráneo y el Caribe. Sólo queda evadirse, parece verse obligado a decir. En castellano canta dos canciones, Canción de Julieta, sobre un poema de Lorca, y cierra con Hasta siempre Comandante, la archiversionada canción de Carlos Puebla. Muy al contrario de lo que podría parecer en un primer momento, el hecho de que Wyatt cierre su álbum con una canción como ésta queda muy lejos de ser intento trasnochado de apoyo al régimen castrista. Muy por el contario, la forma en que se desarrolla la versión, con dos partes claramente diferenciadas ―por un lado, la nostalgia, con un triste piano en tono menor y la voz del propio Wyatt quejándose por encima; por otro, la alegría recordada, con vitalísimas incursiones de algo así como un son cubano― deja claro que Wyatt sabe que se acabó el cantar a Carlos Puebla con los compañeros. El Ché murió, Cuba degeneró, el muro se cayó. Wyatt no le cantá al Ché sino al pasado en el que le cantó al Ché, ilusionado por su causa, antes de que fuera poco más que un logo en una camiseta. Mira con tristeza a ese tiempo de ilusión política, de ganas de cambiar el mundo. Lo que hoy le queda es escapar, y la tristeza, y sus canciones. Y poco más.
Y a los demás nos quedan, muy de vez en cuando, discos tan excepcionales como éste.
4 comentarios:
Una crítica excepcional, así debieran de ser todas. Anima a escuchar el disco y a comprender al artista. Guía nuestro espíritu por estas composiciones musicales como Gaya por la obra de Velázquez.
Queremos maás así.
Enhorabuena.
Muy bien explicada la añoranza al tiempo perdido - o ganado - de los cantores de otra época, la del Ché.
Por qué los comentarios anónimos repercuten como "cero" comentarios?
Porque hay que actualizar la página. Se contabilizan igual los anónimos y los firmados. Besos.
Publicar un comentario