martes, 25 de noviembre de 2008

Fascismo pop: Born in the USA. "El ex-preso de Corea"

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- ¿Por qué siempre tengo que tropezar con tipos locos? ¡Locos!
- Porque ya sólo quedan esos tipos.

Es de sobras conocida la opinión que tenía Paul Schrader de su cuarto crédito como guionista, El ex-preso de Corea (Rolling Thunder, John Flynn, 1977): “Tenía que haber sido mi primer film como director. La película tiene una historia muy irónica (...) Cambió mucho durante la fase de reescritura. El personaje principal del film tenía que haber sido del estilo de Travis, un ser completamente antisocial. El personaje, como originalmente lo concebí, era un racista de Texas que se convertía en un héroe sin haber disparado una sola bala, y volvía a su hogar para enfrentarse a la comunidad mexicana. Todo el racismo que había acumulado durante su infancia y su estancia en Vietnam salía a la superficie y, al final, había una matanza indiscriminada de mexicanos, en lo que era una especie de metáfora sobre el racismo y la intervención americana en Vietnam. Cuando querían hacer la película en la Fox, se insistió mucho en que se eliminara el elemento racista... Cuando se eliminan las perversas patologías de este tipo de personajes, lo que en principio son películas sobre el fascismo se convierten en películas fascistas”.
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Ciertamente, el resultado final (1) es uno de los films duros más extraños de los años 70. La historia del mayor Charles Rane (un magnífico William Devane, tan inquietante y desagradable como siempre, profundamente perturbador en su autodominio), a quien la experiencia en Corea le ha convertido en “un hombre mejor, un oficial mejor y un mejor americano”, es la de un ex-oficial que regresa a casa transformado en un ser de sepulcral seriedad, frío como el hielo, habituado a las armas de fuego y a ocultar sus sentimientos tras las gafas oscuras: “alguien a quien no se conoce y piensas que nunca conocerás”, como dice Linda (Linda Haynes). Rane no consigue dormir, como tampoco lo conseguía Travis, por lo que, durante las largas horas de vigilia, reproduce automáticamente su rutina en la cárcel mientras recuerda las torturas que sufrió a manos del Ejército Popular de Corea: “Si llegas a amar a la soga”, le confiesa con cierta delectación al amante de su mujer, Cliff (Lawrason Discroll), “los vences. Sólo así se vence a los torturadores. Con amor”. El brutal asesinato de su familia a manos de una banda de delincuentes mexicanos será la espoleta que libere la violencia contenida, la coartada moral que le permitirá actuar como una máquina de matar.
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John Flynn (2) le confiere a la película una estética de eurowestern fronterizo (aunque, ejem, más cerca de Ralph Nelson y Ted Post que de Leone, Sollima o Corbucci), a la vez equidistante del thriller a lo Michael Winner: durante el asalto a su hogar, Rane es salvajemente mutilado y pierde la mano derecha, por lo que porta una suerte de garfio que oculta oportunamente en el bolsillo de su chaqueta; la fotografía en interiores es, a menudo, sombría, con especial predilección por el contraluz..., y, al mismo tiempo, el film tiene esa suciedad visual del cine policíaco americano de los 70 (paisajes cerrados y deprimidos, cielos blancuzcos, cierto look televisivo...). En realidad, Flynn narra un viaje similar al descrito por Don Siegel en La jungla humana (Coogan´s Bluff, 1968), sólo que en sentido inverso: de la ciudad al desierto, donde ya no caben leyes posibles.

Aunque lo más curioso de El ex-preso de Corea es su mezcla de grosero sadismo y violencia moral. Rane pretende vengar la muerte de su hijo (que no de su esposa, es de suponer que por adúltera) pese a que admite que ya no puede sentir nada, y la violencia es áspera, desabrida y, como siempre en Schrader, catártica, a la vez sádica y metafísica. No obstante, Flynn pronto olvida la enfermiza ritualidad que, en ocasiones, preside el relato y el comportamiento del torturado Rane. Desecha el naturalismo desolador de las primeras secuencias y se lanza a reciclar algunos rasgos y códigos del western europeo (pasado, como ya se ha dicho, por el tamiz USA). Y, así, las ráfagas cinéfilas de Schrader caen en saco roto o alimentan el confusionismo ideológico del film: cfr. la conversación de “amantes” de Rane y Linda, más bien una especie de monólogo de ella, sobre la posibilidad de huir “lo más lejos posible, a un sitio frío, a Alaska”, y la reflexión sobre la violencia -en una de las pausas del viaje, Linda demuestra su destreza con el rifle disparando a un madero que flota en las aguas de un lago y confiesa: “Hace años que no pegaba un tiro, pero es algo que no se olvida nunca”. Mientras practica su puntería, le cuenta a Rane que es la hija menor de un sargento mayor del ejército, la oveja negra de la familia (pero, pese a todo, la favorita de éste, con lo que la relación con el ex-oficial mutilado se tiñe de un tinte asaz incestuoso), y, al fin, exclama: “¡Me gustaría tener un blanco más emocionante!”. Schrader admiraba al Milius iniciático y aquí se nota-, ambas en el más puro estilo El demonio de las armas (Deadly is the Female, aka Gun Crazy, Joseph H. Lewis, 1950) (3).
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Tampoco la terrible amputación que sufre Rane y su transformación, garfio mediante, en una suerte de letal protocyborg, ya definitivamente inhumano, va más allá de la primera (y fugaz) explosión de violencia; Flynn opta por prescindir incluso del obvio fetichismo, quedando prácticamente como mera anécdota. El ex-preso de Corea es un perturbado, no “un macho hijo de perra”, pero el realizador no parece haber captado el sentido del guión de Schrader. Al final, en el itinerario hacia la muerte que sigue el mayor Rane no hay dolor, ni abismo, ni purificación, sólo una roma, nimia variación de la vieja Ley del Talión.

(1) El guión consta como escrito por Schrader y Heywood Gould, luego firmante de los libretos de Los niños del Brasil (The Boys from Brazil, Franklin J. Schaffner, 1978), Distrito Apache (Fort Apache the Bronx, Daniel Petrie, 1981) o Cocktail (Roger Donaldson, 1988).
(2) John Flynn (1932-2007) fue un tosco pero, en ocasiones, interesante e incluso muy apreciable director norteamericano que realizó películas como The Sergeant (1968), El equipo (The Outfit, 1973), Desafío (Defiance, 1980), Best Seller (1987), Encerrado (Lock Up, 1989), Buscando justicia (Out for Justice, 1991) o Juego mortal (Brainscan, 1994).
(3) O la contemporánea Malas tierras (Badlands, Terrence Malick, 1973).

1 comentario:

Anónimo dijo...

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