miércoles, 30 de enero de 2008

Nubes de azúcar

Aquí tenéis la portada y la lista de canciones del último varios (o "mixtape", que dicen los más modernos) que, aprovechando que estamos en exámenes, me he marcado.
Si queréis copias, dejad un post. Todo sea por darle vida al blog.




[También podéis hacéroslas vosotros mismos buscando las canciones por ahí e imprimiendo las carátulas.]


lunes, 28 de enero de 2008

En Salamanca, un perro y un gato se hacen amigos

En Salamanca, un perro y un gato se hacen amigos
Por Vanesa, la salamanquesa

Los objetivos del sistema industrial: un hombre que gaste lo que gane y que trabaje porque siempre necesita más…un hombre no presionado por la necesidad de las cosas gastaría menos y trabajaría menos.

Galbraith, 1967


A lo largo de la historia, el hombre avanza, evoluciona, se arriesga, da la vida por sus creencias, lucha, pelea, cumple con sus objetivos… Pero en el tedioso y vergonzoso mundo occidental todas las batallas están perdidas de antemano, todas las luchas quedan, irremediablem
ente, atrás. Cerramos los ojos, estamos tan cómodos, nuestros padres, abuelos, bisabuelos ya lucharon por la igualdad, la justicia, la democracia… sólo nos quedan las crisis personales, el “yo” es lo único que ocupa nuestras cabezas, ¿qué opción elegir entre las innumerables que me ofrece la vida?, ¿cómo debo ser para que me acepten?, ¿qué pensarán mis padres, mis vecinos, mis amigos..?, ¿qué pasará conmigo si no entro al juego?, ¿si no hago una carrera?, ¿cómo pagaré mi hipoteca?, ¿qué ocurriría si visto con lo primero que encuentre, como los productos que cultivo y paso mi vida leyendo y fumando marihuana?, ¿estoy preparado para ser diferente?, ¿estoy preparado para actuar en contra del sistema, aún sabiendo que, cómo rebelde, seguiría formando parte del mismo, puesto que soy necesario y cuentan conmigo para su propio funcionamiento?, ¿cómo puede ser que aunque yo me sienta diferente, me vea diferente, mi cabeza esté estructurada de tal forma que me establezca unos límites de cordura, me remita siempre al mismo sitio, me haga sentir rebaño tantas veces?, ¿quién me introduce todo esto, quien me forma como persona de esta manera: mi familia, mis profesores del colegio, la iglesia?, ¿quién?, ¿quién?

No puedo echarles la culpa a mis padres, quizás su superprotección les hizo en ocasiones dejarme salir menos a la calle y colocarme más frente al televisor, pero no creo que a nadie le haga mucho daño Barrio Sésamo, las enseñanzas de Espinete, en el fondo, eran muy parecidas a las que me daban las monjas en el colegio, la moral cristiana es ideal para los niños: ama a tus compañeros, a tus padres, comparte, si eres bueno serás recompensado, las mentiras son malas… también es muy fácil educar a tus hijos utilizando al pobre niño Jesús como cómplice, “¿por qué no puedo hacer esto mamá? –si lo haces, cariño, harás llorar al niño Jesús” ningún niño de seis años quiere hacer llorar a tan agradable ser, teniendo en cuenta todas las dificultades para su nacimiento, que era pobre, muy bueno y esas cosas. Por otra parte, no hay ningún mandamiento que diga “ganarás 3.000 euros al mes, te comprarás un coche bonito y construirás una casa en el campo para pasar allí los fines de semana del resto de tu vida”, es más, aparentemente, Jesucristo ni siquiera trabajaba, era un autentico hippie, no solo por ésta, sino por otras muchas razones que no vienen al caso; así que, si tengo que descartar algo absolutamente de responsabilidad descarto las creencias religiosas, por lo menos las que me inculcaron a mi, creo que es lo único que se salva, aunque todo, cuando pasa por el filtro del ser humano, ya sea con la mejor intención, está condenado a envenenarse.

Y es que tenemos tantas carencias en este mundo superpoblado donde nos ha tocado vivir. La pesadilla de la gran ciudad: pequeñas hormiguitas, encerradas en sus casas, conectadas al ordenador, al teléfono móvil, hablando con gente que está ahí mismo, a nuestro lado, pero no hay tiempo, porque los hombres grises nos lo están robando. “Ya no tengo novi@, mis amig@s se marcharon hace tiempo, o están casados, o se han vuelto locos, trabajo tanto que hace meses que no organizo nada divertido ni interesante, ni siquiera tengo tiempo de ir al cine, no me queda otra, estoy tan deprimid@ que voy de tiendas, compraré un montón de cosas necesarias para mi, innecesarias para el funcionamiento de la tierra, compraré muchas cosas sólo por el gusto de poseerlas, mirarlas y ponerlas en mis estanterías o armarios, gracias a ellas pertenezco a un grupo social, dependerá de lo que compre el a quien voy a impresionar, pueden ser libros si pretendo parecer intelectual, discos porque soy un melómano, ropa de marca, electrodomésticos, coches de lujo, vinos, joyas… pero claro, no es sólo una cuestión de a quien voy a
impresionar sino de mi necesidad de definirme, quiero definirme para ser diferente, quiero definirme porque rechazo cualquier tipo de forma de vida que no sea la mía”, y cuanto mas crezco más cuenta me doy de que todos los seres humanos, en el fondo, somos iguales. Si me gusta un chico puede que se lo diga y el me rechace, si me gusta un perfume, voy a la tienda lo compro y ya es mío, puedo ponerlo en mi estantería, utilizarlo cuando quiera y no hay posibilidad de que huya, ese olor es mío, me pertenece, y hay tantas cosas en la vida que he intentado retener y se han ido que, al final, es maravilloso poder pagarlas y saber que nunca se irán.

Puedo ser feliz comiéndome una tableta de chocolate nestlé, está demostrado que el chocolate segrega serotonina, pero, sin embargo, es muy probable que si después de ver un informativo me quedo toda la tarde analizándolo, al cabo de unas horas me tire por la ventana, aunque también podría tirarme cuando en los informativos de A3, después de hablar de los conflictos en Kenia, te cuentan que en Salamanca un perro y un gato se han hecho amigos. Si me suicidara también habrían cumplido su objetivo: hacerme creer que no puedo hacer absolutamente nada por cambiar el mundo, ayudarme a aceptar las cosas tal y como son y seguir hacia delante. Hay tantas cosas por las que preo
cuparse que ¿por qué no centrarse en uno mismo? Total, todo lo demás seguirá ocurriendo irremediablemente; además, me dan una de cal y otra de arena, para que no me sienta tan despreciable por no tener conciencia social, ambiental… por no tener conciencia; así que después del informativo van a programar “aquí hay tomate” para que en lugar de analizar el hambre en el mundo, analices la vida de tal o cual famos@; ahí lo tienes: tema de conversación para un buen rato, la combinación de Ana Obregón, a quién le puede interesar la situación en Cuba, “sólo me interesa si tengo en cuenta que esos cubanos vienen a España, vienen mucho y también sus vecinos, bueno por lo menos hablan nuestro idioma, que si no vaya incordio” hoy los media eligen hacerme sentir miedo con respecto a este tema, mañana elegirán la compasión, pasado la indiferencia… “bueno, me beberé un ron cubano, en Cuba hay ron y puros, es lo único que sé, ah! bueno sí y que Fidel es malo, malo; que fuerte la combinación de Ana Obregón”. Este es el resultado de la fórmula: compasión + diversión, y, aunque no me guste generalizar, creo que la formula funciona, quizá no de la forma tan exagerada y simplificada a como yo la he definido, pero si seguimos así después de tantos años supongo que será porque es eficiente.

De repente, nos damos cuenta de que en todo este mare mágnum de información los únicos que son felices son los protagonistas de los anuncios, esos pequeños personajes estereotipados que van por la vida llenos de placer por ir montados en un Audi, esos chavales tan guapos y divertidos bebiéndose una Fanta, y entonces nos preguntamos: “¿podré acariciar un poquito de esa felicidad si me compro un Audi? En el fondo todos sabemos que no pero, ¿y si la siento? aunque sólo sea por un día, además por lo menos mi vecino se morirá de envidia porque, aunque se le ve muy enamorado de su mujer, tiene un Panda, llevo toda mi vida siendo un Don Nadie pero ahora que tengo un Audi, la gente que no me conozca y me vea por ahí pensará que he triunfado, porque todos sabemos que el triunfar en esta vida, en nuestra sociedad pasa por Audi, BMW o Mercedes”

Estudio publicidad y la aborrezco, pero la aborrezco desde el conocimiento y eso me hace sentirme orgullosa. La admiro en el sentido de la creatividad y la psicología, el estudio del consumidor y sus comportamientos, pero después de todo esto tiempo he decidido que no podré ejercerla ya que mi conciencia, mi moral, no descansaría si tuviera que apoyar a ese sistema que, entre otras muchas cosas, traumatiza diariamente a tantas mujeres, sé que no es una cuestión sólo de nosotras, porque ahora empiezan con ellos y me muero de lástima, pero yo me siento victima de ese acoso. Me han introducido una serie de clichés en la cabeza sobre cómo tengo que ser y no sólo a mi, sino que se los han introducido a toda la sociedad en la que vivo, que me exige que sea así, no puedo ser aceptada físicamente si no cumplo unos cánones; siento a mi madre victima cuando no la dejan envejecer tranquila y la convencen una y otra vez de que no puede tener patas de gallo, celulitis, piel colgando, arrugas, canas… la obligan a consumir todas las cremas del mundo, le hacen creer que si no funciona vaya al cirujano, el bisturí es la única manera de seguir con vida en esta sociedad, de que todavía alguien pueda desearte, quererte, darte una oportunidad. He crecido y de alguna manera puedo distanciarme de esto y dejar que me pese lo menos posible pero no quiero, dentro de unos años, sentir que tengo parte de culpa en que millones de adolescentes de los países ricos anden vomitando la cena de Nochebuena, la de Nochevieja y todas las cenas, no quiero ese peso sobre mi conciencia.

No quiero leer en palabras de Clyde Millar: condicionar un millón o diez millones de niños que serán un día adultos dispuestos a comprar vuestro producto como los soldados dispuestos a avanzar cuando escuchan la voz de mando que les grita: Adelante!, y que no me afecte, quiero que me afecte y me revuelva las tripas como lo hace. Bajo mi punto de vista la publicidad dirigida hacia los niños debería estar prohibida, por lo menos hasta los trece años, sé que es necesaria su manipulación desde temprana edad para que luego entre en los engranajes del sistema sin grandes crisis existenciales, pero la publicidad para los niños, que son ingenuos e inocentes, es algo que debería afectar a mucha más gente de la que afecta. Dejémoslos vivir felices, en un mundo sin marcas, sin diferencias, apartando lo material de su temprana infancia, ya tendrán tiempo de unirse a nosotros o no, pero, mientras tanto, que nadie se ría en el colegio de nadie porque sus zapatillas son Adimas y no Adidas ¿Tenemos que traspasar el cruel mundo de los adultos a la tierna infancia?, ¿tenemos que convencerles de que anunciado en la tele es bueno?, ¡por favor! estamos creando carne de cañón de fracaso y sumisión. Estos niños lo tienen muy negro si sólo aprenden de la vida en la televisión y los ordenadores. La regulación para la publicidad infantil debería ser mucho más estricta, sobre todo en el tema del sexismo; puesto que, a parte que les enseña a diferenciarse económicamente unos de otros, también los diferencia en cuanto a sus preferencias según el sexo, así que un niño que le gusten las muñecas va a ser tomado como un marginado ya que en este caso la publicidad no ha cumplido su función socializadora, ni siquiera se ha molestado en intentarlo, porque las grandes empresas, quienes realmente tienen el poder sobre todos nosotros, se han empeñado en teñirlo todo de rosa y colocar lazos y tules por todas partes.


Con todo esto, no creáis que me sumo a la moda del renegado, impuesta por Frédéric Beigbeder, he leído sus libros y no lo soporto, ser consciente de que con tu actuación ayudas a que el mundo sea un poco peor pero llevarlo a cabo por una cuestión de dinero y, encima, vanagloriarse de ello, me parece lamentable. Lo que me ocurre simplemente es que no me encuentro preparada para convencer al mundo de que el mundo se consume y no se transforma porque si yo creyera en esa máxima no sería la persona que me siento orgullosa de ser. No acuso a nadie, no demonizo a la publicidad porque soy consciente de su utilidad pero tampoco haré nada que no deje mi conciencia tranquila e intentaré, en la medida de lo posible, poner mi granito de arena para mejorar un poquito, este, en ocasiones perturbador y apestoso, mundo.


Actúa de modo tal que trates a la humanidad, en ti mismo y en los demás, como un fin y nunca cómo un medio.

Kant

martes, 22 de enero de 2008

La tragicomedia sui géneris de Robvert Wyatt

La tragicomedia sui géneris de Robert Wyatt

Robert Wyatt (Bristol, 1945) profundiza en lo que es ser inglés y, por extensión, occidental en su recientemente publicado Comicopera (Domino, 2007), considerado por gran parte de la crítica especializada como uno de los grandes discos del pasado 2007.

Sui géneris: de un género o especie muy singular o excepcional. No hay expresión que pueda definir mejor la apoteosis estilística a la que se dedica Robert Wyatt desde hace más de cuarenta años. Jazz, sí, pero también pop, folk, fusión latina, electrónica abstracta y, por supuesto y ante todo, experimentación.

El español medio no conoce la música de Wyatt. Apenas aparece en los medios. Su estatus internacional es sin embargo inmenso. Participó como batería en la corriente experimental británica de los sesenta a bordo de los progresivos y psicodélicos Soft Machine. Decidió abandonar el grupo en su máximo apogeo para emprender una carrera en solitario. A los pocos meses de sacar su primer largo (End of an ear, CBS, 1971), se cayó por la ventana durante una fiesta y se quedó permanentemente paralizado de cintura para abajo. Al poco tiempo, Wyatt regresó a la música con el escalofriante Rock Bottom (el negrísimo, terrorífico doble sentido de su título alude por un lado al fondo del pozo de la música rock y, por otro, al culo de piedra con el que se quedó el pobre Wyatt desde la caída). En él repasaba su recién estrenada vida en una silla de ruedas con una honestidad aplastante. Para muchos, es uno de los grandes discos del siglo pasado. Desde entonces se dedica a sacar álbumes cuando le apetece, combinando singles de éxito (como su versión del “I’m a believer” de los Monkees) con discos más experimentales. El que nos ocupa, Comicópera (Domino, 2007), contrariamente a lo que se ha supuesto desde algún periódico gratuito sin prestar mucha atención a lo que se tenía delante (¡qué demonios!, digámoslo claro, desde la página web de ADN), es un disco accesible a la primera escucha. Pero que su inmediatez no nos lleve a engaño: lo que aquí tenemos no es un producto de usar y tirar sino todo lo contrario, un álbum que no se agota escucha tras escucha. Como habitualmente, Wyatt cuenta con colaboradores de la talla de Brian Eno, Phil Manzanera o Paul Weller, que consiguen que hasta el más nimio de los detalles conmueva.

Aunque ha aparecido hace escasamente un mes, la mayoría de las revistas especializadas lo han incluido entre lo que han considerado los mejores discos del año. La muy recomendable The Wire lo ha situado directamente como su número uno.

Comicopera, como su propio nombre indica, está construido como una opereta en tres actos. Comienza con “Lost in noise”, centrado en sus observaciones sobre el amor y la pérdida. De este primer tramo destaca la segunda canción, Just as you are, coescrita con su esposa y cantada a lo Pimpinela ―si Pimpinela hubieran valido algo alguna vez―, junto a la sublime Mónica Vasconcelos.

La segunda, “The here and now”, lidia con lo que significa para Wyatt ser inglés hoy. Habla de religión, de guerra, de ruido, de la visión del mundo que nos ofrecen los medios. Los grandes problemas de un inglés contemporáneo, que bien pueden extrapolarse a los de cualquier otro occidental. Cierra este segundo acto con la muy experimental Out of the blue, cantada a medias con Eno. La crudeza con la que da paso al último de los actos deja claro que Wyatt sigue estando tan preocupado política y socialmente como siempre: “For Reasons beyond all understanding/You've blown my house apart/You've set me free/To let you know/you've planted/everlasting hatred in my heart/You've planted your everlasting hatred in my heart" (“Por razones más allá de tu comprensión/Has volado mi casa/Me has dejado libre/ Para hacerte saber/Que has plantado/Odio eterno en mi corazón/Has plantado tu odio eterno en mi corazón”). En el último de los tres actos, “Away with the fairies”, decide no emplear más el inglés. Deja atrás a la Pérfida Albión para abrazar el Mediterráneo y el Caribe. Sólo queda evadirse, parece verse obligado a decir. En castellano canta dos canciones, Canción de Julieta, sobre un poema de Lorca, y cierra con Hasta siempre Comandante, la archiversionada canción de Carlos Puebla. Muy al contrario de lo que podría parecer en un primer momento, el hecho de que Wyatt cierre su álbum con una canción como ésta queda muy lejos de ser intento trasnochado de apoyo al régimen castrista. Muy por el contario, la forma en que se desarrolla la versión, con dos partes claramente diferenciadas ―por un lado, la nostalgia, con un triste piano en tono menor y la voz del propio Wyatt quejándose por encima; por otro, la alegría recordada, con vitalísimas incursiones de algo así como un son cubano― deja claro que Wyatt sabe que se acabó el cantar a Carlos Puebla con los compañeros. El Ché murió, Cuba degeneró, el muro se cayó. Wyatt no le cantá al Ché sino al pasado en el que le cantó al Ché, ilusionado por su causa, antes de que fuera poco más que un logo en una camiseta. Mira con tristeza a ese tiempo de ilusión política, de ganas de cambiar el mundo. Lo que hoy le queda es escapar, y la tristeza, y sus canciones. Y poco más.

Y a los demás nos quedan, muy de vez en cuando, discos tan excepcionales como éste.

[Nota: este texto fue escrito con motivo de una entrega de la asignatura de Información Cultural en la que debíamos escribir sobre algo que hubiese pasado desapercibido a los medios generalistas en nuestro campo de estudio (el mío era el jazz). Por lo demás, gran parte del contenido fue desvengorzadamente fusilado de allmusic.com. Si lo he colgado es por no dejar abandonado el blog en exámenes. La verdad es que ni siquiera sé por qué lo he colgado. El disco es magnífico, eso sí. Valga al menos para descubrirselo al que aún no lo conozca.]

domingo, 20 de enero de 2008

Entrevista a Víctor Lenore

Entrevista a Víctor Lenore, crítico musical
"Una de las batallas de la crítica es explicar que los argumentos son una cosa bien distinta de las opiniones”

Víctor Lenore (Soria, 1972) se dedica a la crítica musical desde hace más de quince años. Es uno de los principales redactores de Rockdelux y colabora en multitud de proyectos, que van desde la revista Rolling Stone hasta el periódico La Razón.

-¿Quisiste siempre ser crítico musical? ¿A qué otros oficios te habría gustado dedicarte?

-Durante el bachillerato quería ser abogado. Me metí en Derecho y decidí dejarlo cuando me faltaban cuatro asignaturas para terminar. Parece una decisión absurda, pero precisamente me impuse no licenciarme porque sabía que el periodismo musical me gustaba más. No quería correr el riesgo de que me saliera un trabajo de corbata y abandonar lo que más me interesaba hacer. Ahora de vez en cuando me arrepiento. Estaría bien ser abogado en alguna asociación de defensa del consumidor. A quienes nos gusta la música nos timan con facilidad, desde el baile de formatos (vinilo, compacto, MP3) al precio de los discos o el mal sonido/condiciones de los conciertos. Y no, no soy un músico frustrado. Nunca he tenido una guitarra, bajo o batería más de quince segundos seguidos entre las mano. Por algún extraña motivo, tocar nunca me ha llamado la atención.

-¿Qué preparación suele tener un crítico musical? ¿Periodista? ¿Historiador? ¿Músico? ¿Coleccionista? ¿Diletante?

-Las preparaciones son muy variadas, aunque muchos de los periodistas musicales más reconocidos no hicieron periodismo (ahora cada vez hay más que sí lo han hecho o que tienen un máster). Casi ninguno tenemos estudios de música o hemos estado en un grupo. Normalmente se llega por una obsesión que se acaba convirtiendo en profesión. Lo que está claro es que se parece más a historiador que a experto en solfeo (el 90 por ciento no sabemos tocar "Cumpleaños feliz" en un piano). También me gusta la idea de José Antonio Marina de enfocar nuestro trabajo como el de un detective privado, que cobra por investigar cosas que interesan a los demás. El origen de mi obsesión: mi padre cambiaba mucho de trabajo y de lugar de residencia. Fui a seis colegios en cuatro provincias diferentes. Entre mudanza y mudanza, pasé mucho tiempo solo en casa escuchando una y otra vez mi colección de vinilos. También era adicto a Radio 3. De las canciones saqué grandes subidones estéticos e información valiosa para manejarme en la vida.

-¿Cuál es tu formación?

-Mi preparación son entre quince y veinte años devorando Rockdelux, New Musical Express, Mojo, Wire, Uncut, Ruta 66, diversos fanzines y decenas de libros sobre música popular. También compraba discos compulsivamente (muchas veces con el dinero de la merienda). Carlos Boyero, un crítico con quien no simpatizo nada, dice que en España el mero hecho de sobrevivir haciendo esto te hace merecedor del estatus profesional. Estoy de acuerdo. El ambiente laboral es precario y hostil. Sobre todo los comienzos. No es un camino de rosas, pero tampoco un calvario.

-Supongo que conoces a mucha gente del gremio. ¿Se pueden sacar conclusiones sobre su temperamento y su fisonomía?

-Afortunadamente, son personas bastante distintas. Creo que el perfil de este trabajo requiere ser reflexivo, ordenado, abierto de orejas y con curiosidad. Lo que sí puedo decir es que la mayoría tenemos gafas (¿demasiado tiempo frente al ordenador?) y somos chicos (una pena: creo que si hubieran más chicas en el periodismo musical ganaríamos también más lectoras).

-Por lo que he podido comprobar, los críticos musicales pertenecen mayoritariamente a ese invento de posguerra americana llamado “joven” (aunque siempre haya un Everett True o un José Manuel Costa en todas las redacciones). ¿Se retira pronto el crítico? ¿Qué hace después?

-Si abundan los jóvenes es porque la mayoría al llegar a la edad de treinta y pocos prefieren (o se ven obligados) a cambiar a otros trabajos donde se gana más dinero. Esta es una profesión en pañales. No lo digo en tono de queja, sino descriptivo. Bueno, en pañales era en los setenta, ahora está en pantalón corto. No hay ninguna infraestructura pública (archivos, fonotecas, instituto de la música popular) y los medios de comunicación privados aún se mueven demasiado por impulsos, modas o búsqueda de publicidad a corto plazo. Tampoco se hacen muchos buenos programas de televisión. Si te fijas, parece obligatorio que los presenten dos veinteañeros con “piercing” no especialmente enterados del asunto. En la radio hay tres o cuatro nombres interesantes. Documentales serios apenas se hacen. La SGAE tampoco contribuye mucho a la investigación y documentación. El panorama es pobre. Ahora hay museos como el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona que han demostrado mayor interés por la música. También se nota interés en centros privados como La Casa Encendida de Madrid o el CaixaForum, entre otros. Si vas a un festival de cine verás que, además de las películas, también publican libritos y ensayos sobre su programación. Eso aún no pasa con los festivales de música. El oficio de crítico no creo que esté especialmente relacionado con la juventud. De hecho, lo lógico es que el crítico empiece a decir cosas interesantes a los cuarenta o cincuenta años, cuando ha escuchado ya grandes cantidades de discos, tiene perspectiva histórica, contactos en la industria y el criterio que da la experiencia. También hay que sacudirse complejos de pariente pobre. En el fondo, Brian Wilson es de los mejores músicos del siglo XX. Está a la altura de Miles Davis o de cualquiera de clásica. Estos días ha muerto Stockhausen, que es un autor que tiene tanto que ver con la música popular como con la culta. La frontera no es tan clara como pueda parecer.

-¿Con qué suele el crítico compaginar su vida laboral? ¿Docencia? ¿Otro tipo de periodismo? ¿Promoción de eventos? No sé... ¿Camello?

-Afortunadamente, hace nueve años que dedico el cien por cien de mi tiempo a ser periodista musical. Creo que es la mejor opción para consolidarte. Académicamente los críticos no tienen salidas. No hay apenas puestos para ellos en los colegios, la universidad o instituciones docentes públicas o privadas. Compaginarlo con promoción de eventos o discos siempre me ha parecido que crea un conflicto de intereses. Si un crítico musical aquí se dedicara también a ser camello creo que acabaría por ingerir todo su alijo de tranquilizantes y depresores del sistema nervioso. Es un trabajo tenso y duro, pero si te esfuerzas y tienes una pizca de suerte, acabas por encontrar hueco. De lo que no creo que se libre nadie (de momento) es de muchos momentos de insomnio y ansiedad.

-¿Cómo es uno de tus días de trabajo más o menos típico?

-Me levanto, desayuno, enciendo el ordenador, empiezan a sonar discos en el itunes mientras escribo algún encargo. Solamente los paro para transcribir alguna entrevista o para abrir a un cartero que me trae discos por correo. Como. Me doy un paseo en bici por el parque Tierno Galván con el Ipod puesto. Hay que airearse. Friego con la radio puesta. Vuelvo a escribir oyendo discos. Hago una entrevista. Leo la prensa. Ceno. A partir de las diez de la noche voy a algún concierto (la media suele ser de más de doscientos al año). Vuelvo a casa con la ropa apestando a tabaco, aunque nunca he fumado. Lo echo todo a lavar e intento dormirme lo antes posible para volver a levantarme entre nueve y diez. Los fines de semana intento no escribir, pero voy a conciertos, claro, porque es cuando más hay.

-La pregunta que no podía faltar ¿Crees que es un oficio frustrante? ¿Llega a desesperar escribir siempre sobre cosas creadas en general por y para adolescentes, tener que escribir sobre músicas que han dejado de interesarte?

- No me gusta quejarme. No creo que sirva para nada más que para aburrir a quien te escucha. El ochenta por ciento de las veces escribo sobre cosas que me interesan. El pop dirigido a adolescentes siempre me ha gustado. Se puede hacer un buen texto de un artista que no te interesa. Es verdad que lo mismo no me apetece escuchar el nuevo de Fito y los Fitipaldis, pero en cierto modo es mi obligación profesional argumentar por qué me parece que lo que graba carece de valor artístico. En principio, por ejemplo, cuando salió el reggaetón era una cosa que no me llamaba especialmente la atención. Empecé a escucharlo por curiosidad profesional y ahora me encanta. Lo veo muy parecido al rock and roll de los cincuenta. Es música urgente, sexual, machacona, descarada y muy contagiosa. Cada vez que superamos un prejuicio o ayudamos a los demás a superarlo es un triunfo.

-¿Es posible mantener la pasión escuchando 30 discos por semana, asistiendo cada noche a un concierto diferente?

-La saturación de lanzamientos y conciertos es uno de los grandes problemas de los críticos hoy en día, es cierto que puede nublar bastante la percepción. A pesar de ello, a mí cada año me gusta más la música. Y no lo digo presumiendo, sino como algo que me sorprende. Rachid Taha explica que nos engancha la música porque nos conecta con lo primitivo. Puede ser. A mí cada vez me gustan más los ritmos crudos, sencillos y viscerales. Pongamos que el “Arular” de M.I.A o el "Dancing in your head" de Ornette Coleman, que lo acabo de descubrir y me tiene abducido.

-¿A la crítica se llega de rebote, después de algún fracaso? ¿Cómo se empieza en esto? ¿Cómo empezaste tú?

-Creo que poquísima gente llega rebotada de otros sitios. La mayor parte de las veces es vocacional. Yo comencé a mediados de los noventa haciendo un fanzine Malsonando con unos amigos, luego montamos un pequeño sello discográfico Acuarela y al final me descolgué de esto último para dedicar mi tiempo a escribir sobre pop.

-¿Hay que ser especialmente emprendedor?

- Creo que lo importante es tener ganas, leer mucho a los demás y ser autocrítico con lo que entregas. Tener un buen nivel de inglés también ayuda, tanto para hacer entrevistas como para documentarse, porque los grandes libros están escritos en ese idioma. También la mayoría de información en internet.

-¿Ofrece un mínimo de seguridad? ¿Y económicamente?

-Laboralmente es una jungla. No he firmado un contrato de trabajo en mi vida. Si quieres detalles: soy autónomo y gano unos 2.000 euros al mes. Los comienzos suelen ser muy duros. Yo no me pude ir de casa de mis padres hasta los 27 años, cosa que me dio bastante vergüenza. [Por cierto, cuando digo que "gano" unos 2000 euros al mes, quizá debiera poner "ingreso", ya que con eso he de pagar luz, móvil, ADSL, discos, revistas, desplazamientos a festivales, los 220 euros de la
cuota de autónomos, etcétera....Vamos, que gano unos 1600-1700 al mes, mucho menos que mis compañeros de promoción.]

-¿Es un trabajo agradecido? ¿Y suficientemente creativo?

-Para mí sí, aunque tiene más de oficio que de arte.

-¿Qué publicaciones recomiendas? ¿Qué leen los críticos de tu entorno?

-Buff... Todas las publicaciones tienen cosas buenas y malas. En España Rockdelux me parece lo mejor, aunque en muchos aspectos la veo complaciente y algo sosa. De fuera The Wire me parece muy bien hecha: tiene un gran diseño, preciosas fotos y textos muy dignos. Es con la que más aprendo. A veces pueden aburrir por demasiado académicos o porque notas que pretenden epatar más que informar. De las de rock últimamente prefiero Uncut a Mojo, porque va más al grano y tiene más sustancia. En diarios el más completo me parece The Guardian. Los reportajes del Observer suelen ser espléndidos. Recuerdo uno mítico sobre Duran Duran que es de las mejores descripciones que he leído sobre la vida de un grupo pop de éxito. Este año quiero suscribirme a Vibe, Billboard y The Source, tres cabeceras de Estados Unidos que leo ocasionalmente y me interesan. Los suplementos como Babelia, ABCD, Cultura (s) o El cultural me suelen aburrir. Son muy académicos y suelen tirar de plúmbeos textos-ladrillo en vez de trocear la información. Prefiero el Exit de El Periódico de Cataluña. Dicho esto, compro siempre los suplementos que te he dicho, porque en cada número suele haber uno o dos artículos que me interesan un montón.

-¿Algún texto sobre el papel de la crítica que te haya gustado especialmente? ¿Y algún libro musical clave?

-El mejor texto sobre los medios que he leído en mi vida es el ensayo Las cajas vacías de Rafael Sánchez Ferlosio. También recomiendo el prólogo de La guerra contra el cliché de Martin Amis. Libros musicales buenos hay cientos. El último que me he leído es la biografía de Johnny Rotten que ha publicado Acuarela. Las Crónicas de Bob Dylan son un festín de información valiosa y bien escrita. Sobre el pop de aquí recomiendo la Historia del rock que publicó por fascículos El País a mediados de los ochenta. De fuera el Faber & Faber Book of pop que coordinaron Hanif Kureishi y Jon Savage. Ambos son panorámicas generales con mucha miga. Por favor, mátame me parece entretenido y jugoso.

-¿Quiénes son tus críticos preferidos?

-Me gusta Lester Bangs (periodismo informado y visceral) más que Greil Marcus (me suena un poco cursi, artificial y redicho). De aquí mi periodista musical preferido es Nando Cruz, de El Periódico de Cataluña, porque es sutil, sustancioso y tiene sentido del humor sin caer en la gracieta. También devoro a Patricia Godes (una autoridad en música negra), Luis Troquel (biblia pop, aunque peque de blando) y José Manuel Costa (me parece mejor cuando escribe de grupos radicales que de artistas populares). También leo con mucho interés cualquier cosa que firme César Estabiel, que es clarísimo y tiene criterio musical. De Bruno Galindo me gusta su inquietud y un libro tan aprovechable como "Los vasos comunicantes". Curiosamente, soy muy fan de un crítico no profesional, David S. Mordoh, que me parece que es el que mejor escribe de todos nosotros. Otro que suelo disfrutar es al escritor Kiko Amat, que escribe mucho de cultura pop.

-¿Tiene algún prestigio social el crítico?

-No mucho. Se nos ve más como a un bicho raro. Hace unos meses el director de una revista de música donde trabajo me dijo que "en el fondo somos como buitres: vivimos del trabajo de los demás". Es uno de los comentarios más gratuitos y simplones que he escuchado nunca. ¿Los historiadores son buitres? Me pareció una frase muy chunga.

-¿Es ésta una profesión, digamos eufemísticamente, especialmente abocada a la autodestrucción? (pienso en Lester Bangs o en el Everett True de los 90, por citar a dos de mis preferidos)

-Al contrario: requiere constancia, orden en el archivo y estabilidad emocional. La vida del rock and roll es para las estrellas de rock. Esos que citas son casos aislados. Bangs es una autoridad, un raro cruce de periodista y poeta. Everett True no está a su altura, en mi opinión, precisamente por demasiado caótico. Tienen textos buenos, pero creo que le echa más morro que trabajo.

-¿Se necesitan más críticos musicales? ¿Hay sobreabundancia? ¿Se ha democratizado el oficio desde la llegada de internet? ¿Hay mucho intrusismo?

-Ignacio Echevarría, el crítico al que echaron de Babelia, suele citar una frase de Kurt Vonnegut: "No escasean los buenos escritores. Lo que nos falta es una masa de lectores fiables". El trabajo del crítico es ayudar a crear esa masa de oyentes fiables. No sé qué es el intrusismo en la crítica, cualquiera puede hacerlo si le dedica el tiempo suficiente a prepararse. Nando Cruz decía que para ser crítico debería hacer falta un examen como el carné de conducir, una especie de test de cultura pop básica. Estoy de acuerdo, aunque sería complicado llevarlo a la práctica tal y como están las cosas. La llegada de internet ha hecho que el público tenga más fuentes para informarse: Myspace, radio en red, blogs, etcétera. Espero que eso obligue a subir el nivel de la prensa cultural y a ofrecer información más precisa y fiable.

-¿Cómo criticas un disco? ¿Puede hacerse según se escucha por primera vez? ¿Qué peso le das a las primeras impresiones?

-Hacer una crítica a la primera escucha es un poco suicida. Me pongo los discos un mínimo de cuatro veces, algunos he llegado a ponerlos veinte o treinta. Luego intento describirlo con la mayor precisión y claridad posible. También me parece importante ser entretenido y no usar ni una palabra más de las estrictamente necesarias. En principio, mi trabajo no se limita a decir si una canción es buena o mala. He de describir el contenido de un disco, los méritos que le veo y que el lector decida si le interesa o no. Como vivimos en una economía de mercado, tenemos ese factor de distorsión que es la publicidad. Al final, a fuerza de desmentir tópicos y eslóganes, acabas haciendo críticas más militante, destinadas a desmontar lo que consideras falsos prestigios. Creo que en el pop hay muchos, desde U2 a Radiohead pasando por Serrat o Joaquín Sabina. Todos tienen alguna canción/canciones muy buenas, pero me parecen tremendamente sobrevalorados. Que sepa convencerte o no de algo así depende de mis argumentos. Ya que sale el tema, creo que una de las batallas de la crítica es explicar que los argumentos son una cosa distinta de las opiniones. Otra parte importante de nuestro trabajo es avisar al lector de que hay más platos en el menú de los que suelen ofrecerle en los medios masivos.

-¿Qué presencia puede tener uno en su texto? ¿Qué te parecen los escritores en la onda del nuevo periodismo que abren sus crónicas por ejemplo contándote la pastilla que se comieron en el Sónar?

-La primera persona está bien siempre que sea un medio y no un fin. Es otro recurso para el arsenal expresivo. Cuantos más, mejor. Depende de cómo se use. La mayoría de las veces que la he visto usar en España para un texto musical el egocentrismo se ha comido la información. Hay quien sabe hacerlo funcionar bien. Recuerdo haber transcrito (mas que escrito) un texto titulado Yo, bakala donde un asiduo a la “ruta del bakalao” me contaba en primera persona sus recuerdos. Tuve la suerte de dar con alguien que pasó esa experiencia y luego se licenció en Sociología, con lo cual se explicaba bien y ponía las cosas en su contexto socioeconómico. Yo suelo usar la primera persona cuando no domino algo: por ejemplo cuando hice una crítica de Youssou N`Dour contando lo que llamaba la atención de su concierto a alguien que no es experto en música africana.

-¿Suele ser todoterreno el crítico musical? Por un lado, en cuanto a géneros y secciones (ser capaz de abarcar por ejemplo de jazz a noise, de la sección de cultura a la de nacional). Por otro, en cuanto a medios (compaginar radio con internet, etc.) ¿Hay mucha especialización, como en casi todo lo demás?

-Creo que un crítico de música popular puede escribir de muchos géneros. En el fondo, si ponemos el comienzo en la explosión del fenómeno Elvis (1956) estamos hablando de medio siglo de historia. No es tanto. Dicho esto, hay géneros que requieren mucha dedicación, como el jazz o el flamenco. Hay que saber mucha teoría, ir a muchos conciertos, escuchar los discos infinidad de veces. En el siglo XXI el tiempo es oro y la responsabilidad del crítico es no morder más de lo que puede masticar. No creo que un crítico de música deba escribir en la sección de nacional. Con Cultura y Espectáculos hay trabajo de sobra. Ser polivalente es algo que te piden. Si te defiendes en radio, tele y prensa tienes mucho terreno ganado.

-¿Crees que con la tele digital aumentará la presencia de música en la televisión? ¿Tiene salidas el documental de música?

-Una cosa que he aprendido es a no hacer profecías. Prefiero comentar lo que hay a predecir lo que habrá. Los documentales de música son una industria muy interesante, que en el mundo anglosajón mueve mucho dinero con productos de calidad. Aquí empieza a echar a andar con festivales como el In-edit y con la publicación cada vez más frecuente de grandes documentales hechos fuera. Lo que falta es industria propia. Lo de la tele digital ya se verá. En principio, soy escéptico, me huele a que será la tele de siempre con menos presupuesto. Pero siempre que se abre un espacio nuevo en los medios se suele colar algo fresco que te sorprende.

[Fotos enviadas por Víctor Lenore. Haz clic sobre la segunda foto para mejor apreciar sus dotes de escalador de vallas.]