domingo, 28 de octubre de 2007

Cuando te explota en las manos

De la Merde ha aceptado la propuesta de Supermierda y ha comenzado a escribir un diario de rodaje. El pobre ha encontrado, como él mismo dice, la inspiración en la desgracia. Auténtico underground hasta la sepultura.


Diario de rodaje 25/10/07

Llevo mucho tiempo queriendo hacer una película, no tanto como el que tarda el mar en desgastar las rocas y
desde luego no tanto como el que tarda el enamorado desdichado en olvidar... Mucho tiempo, tal vez desde que terminé de estudiar cine o tal vez un poco más.

Hace unos dos años y medio que rodé y monté un cortometraje con presupuesto cero y que nunca vería la luz llamado Loreto y Yo. Era mi primera incursión en el mundo de la realización en serio, en serio no por la profesionalidad, sino por la intencionalidad. Quería contar una historia, quería que lo que a mí me afectaba, que lo que yo veía de universal en mi propia vida llegara a los demás, una especie de Espejo Público pero íntimo. No funcionó. No era bueno, no había elementos que lo hicieran cinematográficamente atractivo, no había emoción ni tensión. No era bueno para el espectador, pero era un comienzo. Para mí lo era.

Desde entonces son ya cuatro los cortometrajes a los que he dado forma con mayor o menor éxito (Berlín 19 grados y Botones Indefinido en el 2005 y Ulcer y Amor y Pizza en este año 2007, todos ellos selfproduced). Con éxito me refiero a las críticas recibidas de personas capaces a las que admiro y respeto y sobre todo al grado de satisfacción personal. También llevo un par de proyectos fallidos inacabados en la mochila. Y pesan.

El 2006 año en el no realicé ningún cortometraje (a excepción de Mardi et Mercredi una pequeña pieza doméstica de un gran valor sentimental realizada conjuntamente Aida Páez [JJ Perfecto Idiota añade: ese corto me valió además un sobresaliente al apropiarme de él para Historia del Cine Informativo jur jur. Agradecimiento eterno]). Empecé a maquinar de qué modo podría llevarme aquellas experiencias tan positivas que habían sido la creación de mis dos primeros cortometrajes a un terreno mucho más ambicioso como me parecía el del LARGOMETRAJE. Tuve una experiencia creativa y a la vez empresarial que me resulto muy constructiva a nivel humano pero que no me llevó a buen puerto haciendo la dirección de fotografía de un largometraje documental autorreferencial en el carnaval de Rio de Janeiro. No eran buenos tiempos para mi ego entonces, de modo que tratábamos de mostrar cómo se podía estar amargado y sin ganas de nada en la fiesta oficial de la alegría mundial. Nunca se llegó a editar.

Llegado a este punto ya tenía el grado de madurez suficiente como para saber que nadie invertiría un céntimo en un desconocido que además no era capaz de terminar siquiera de escribir un guión, con lo que sabía que además de autoproducirme tendría que construir la historia a partir de la acumulación de material como si de cine doméstico se tratara. Sin guión, sin dinero, perfecto para un soñador suicida. Además Madrid me echaba, era hostil al caminar por sus calles, todo eran recuerdos de tiempos mejores, me tocaba cambiar y para cambiar no hay nada como el exilio y para el exilio no hay nada como Berlín, o al menos nada tan barato. De modo que marché gracias a la inyección económica que me supuso el trabajar como director de fotografía en otro documental, esta vez en Libano. Un documental más tradicional al que lo único que aporté de mi mismo fue mi trabajo. Como debía ser.

Llegué a Berlín en enero del 2007 con una sola idea en la cabeza, una sola, hacer un largometraje. Otra vez autoproducido, otra vez autorreferencial. Aún conservaba mi cámara digital con la que había hecho los documentales el año anterior pero tuve que venderla para poder comenzar mi nueva vida y porque estaba ahogado por las deudas de mi experiencia empresarial en Madrid. La vendí y conseguí cubrirlas en parte y comprarme además una pequeña cámara de 16mm por e-bay (no era precisamente una ganga pero había
pertenecido a un tal Earl of Cromer, una especie de embajador inglés en Egipto. No sé por qué, me sedujo y la compré, aunque le faltaban el cargador de baterías y alguna otra minucia. Tenía buena pinta.)

Pasaban los meses y no conseguía ahorrar dinero para el cargador, la película de 16mm y los procesos de laboratorio que ahora tendría que costearme. Pero ya era capaz de llevar seis pizzas en las dos manos, lo que me aseguraba de algún modo el empleo en la pizzería donde aún a día de hoy trabajo. Se me fue mucho dinero en descubrir la ciudad y en la pequeña colección de discos con la que me estoy haciendo poco a poco. Ya en verano seguía con mi cámara en su funda sin que hubiese rodado un solo plano, hasta que un buen día
de agosto pude encargar el dichoso cargador, nuevecito, de la propia casa de la cámara. Tardaría dos semanas en llegar. Por el camino había producido Ulcer, en video, por cero euros, y Amor y pizza, en super 8, mucho más costoso de lo que imagine en un principio, una auténtica superproducción para lo que yo acostumbro a gastar.
Llegó el cargador y las primeras horas fueron de angustia ya que una luz que debía encenderse al contacto con la batería no se encendía y eso podía significar que la batería no funci
onaba, lo que sería un drama que retrasaría mi rodaje hasta que pudiera comprarme una. Pero después de unas horas sin apartar la vista del cargador, éste se encendió y una gran sensación de júbilo me invadió. ¡Sólo faltaba la película!

En octubre era el cumpleaños de un buen amigo en Madrid y su hermana trató de congregar al mayor número de amigos posible para hacerle una fiesta sorpresa. No podía faltar, pero me daba mucha pena aparecer en Madrid después de nueve meses y tener que decir que no estaba rodando lo que quería. De todos modos fui y me tomé ese viaje casi como de promoción: la gente debía saber que aún estaba vivo, que aún rodaba cosas y que además el comienzo de mi proyecto en 16mm estaba muy cerca.

La reacción de mis amigos ante Ulcer fue inmejorable. No sólo les gustó sino que algunos quienes habían rodado cortometrajes con presupuestos de verdad y con equipo de verdad en 16mm me dieron colas y restos de la película que les había sobrado para que pudiera empezar el mío, con lo que ya lo tenía todo para empezar, bueno, tenía que comprar un saco negro para cargar la película y estaba hecho.

Cargué la película en la cámara y me di cuenta de que me faltaba una bobina vacía para que la cámara recogiera la película expuesta. Costaba muy poco dinero y se podía comprar en una tienda unas calles más abajo pero ya que la cámara estaba cargada me decidí a rodar la primera toma aún cuando ese negativo expuesto quedaría suelto dentro de la cámara sin esa bobina destinada a recogerlo. Rodé a Marta, mi chica, un dulce despertar a su lado. Era muy feliz. Ya había comenzado. No sabía qué sería lo siguiente pero ya había comenzado.

Dicho y hecho; ayer mismo compre la bobina que me faltaba, enhebré con mucho cuidado aquella película ya expuesta que estaba dentro de la cámara a su libre albedrío y puse la batería a cargar. Hoy, al fin, saldría a la calle como un cazador a buscar la realidad en los pájaros. Esta mañana quería rodar unos cuervos que habitan Berlín y que son grandes como perros. Me encantan. Me he despertado contento, he ido a comprar un poco de pan que me serviría de cebo y he dirigido mis pasos hacia Tiergartenun, magnífico parque en el centro de Berlín.

A la hora de hacer el chequeo rutinario he descubierto que la cámara no funcionaba y lo he achacado a que la batería no se hubiera cargado bien durante la noche, era una putada pero no pasaba nada, me iría a un Starbucks cercano, cargaría la cámara un par de horas y seguiría como si nada. He pedido un milchcafé, grande, por el que me han cobrado un ojo de la cara pero no me ha importado ya que también me dejaban cargar mi batería. Pero a la hora de enchufar el cargador la luz roja que debía encenderse, no lo hacía y yo empezaba a preocuparme, he desmontado la batería de su montura (algo muy habitual) y he descubierto unas feas manchas de óxido en su interior, pero optimista he comenzado a limpiarlas (salían bien, creía que funcionaría). La limpieza ha sido un minuciosísimo proceso de unos veinte minutos de fricción con esos bastoncillos que hay en el Starbucks para mover el café y una servilleta humedecida con saliva. Tenía fe, estaba quedando bien, cuando a la hora de dejar la batería sobre la mesa ya lista para ser cargada, esta ha EXPLOTADO con un gran PAM!! que ha hecho saltar la alarma y meterse debajo de las mesas a los clientes de la cafetería llena en pleno centro histórico de Berlín. Ha sido impresionante, de verdad, impresionante, la gente me miraba desconcertada y yo solo podía decir:
-I´m very sorry, I didn´t know that this could explote this way. Y las amables camareras decían: -Is everyone ok?
Y mirándome me decían “Are you ok?”, y yo asentía, pero no estaba bien, aquello que había explotado era la batería de mi cámara, no podía estar bien, me han entrado ganas de gritar y de llorar y de pensar que he tenido que ser muy cabrón en otra vida. No me merecía esto, no hoy, no ahora que estaba preparado para empezar de verdad.

Con lo que retraso el comienzo de mi rodaje una vez más, esta vez con la cámara cargada de película e incluso habiendo rodado ya los primeros planos, ese dulce despertar con Marta que permanecerá dentro de la cámara hasta que vuelva a tener los medios para seguir rodando. Hoy es uno de esos días en los que ser y hacer underground me da mucho asco. O mucha pena. Ahora toca apretar los dientes y seguir llevando seis pizzas en dos manos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es curioso como a veces, hasta los objetos forman parte de una confabulación perversa.

Sin embargo, creo, que toda explosión es un buen presagio.

Ion, qué grande eres.

Clara.

Anónimo dijo...

Querido Ion, como alguien a quien tus ganas de hacer cosas y sobrante vitalidad traida del Libano le encaminaron hacia una de las experiencias mas enriquecedoras de mi vida, te digo que si alguien es capaz de sacar magia entre pizzas y explosiones eres tú. Acabo de regresar a Madrid y espero verte en tu siguiente paso por esta ciudad que tantas locuras nos ha visto hacer y enseñarle de lo que aún somos capaces. Un abrazo de tu botones indefinido, siempre a tu servicio.

Anónimo dijo...

No sé cómo, pero he dado con este nombre que me sonaba mientras navegaba... Y efectivamente, Ion, eres quien pensaba... Te deseo toda la suerte del mundo...

Me encantaría saber en qué andas y cómo te ha tratado la vida estos años... Coincidimos hace muchos años unos días que recuerdo con mucho cariño...

Suerte y cuídate mucho,
Amaia