lunes, 24 de noviembre de 2008

Dossier "Fascismo pop"

De un tiempo a esta parte viene siendo recomendable, e incluso necesario, un análisis a fondo de los diversos aspectos y vertientes que integran la llamada “cultura popular”, pues ésta traza a veces un mapa más exacto de la sociedad contemporánea (de nosotros mismos, en la medida que habla también de nuestra elección a cómo ser gobernados, dirigidos) que las grandes manifestaciones artísticas: “Hemos nacido de monos erectos, no de ángeles caídos y esos monos eran unos asesinos armados. ¿De qué vamos a asombrarnos? ¿De nuestros asesinatos, genocidios y misiles? No, sino de nuestras sinfonías, por pocas veces que las toquemos, de nuestros tratados, por poco que valgan, de nuestros sembrados, por poco que a veces los convirtamos en campos de batalla, de nuestros sueños, por más que sólo raras veces se conviertan en realidad. El milagro del hombre no reside en cuán bajo ha caído sino a qué altura se ha elevado”, escribió hace ya varias décadas el antropólogo y dramaturgo Robert Ardrey.
.
En cualquier caso, nos contemplamos en el espejo del entretenimiento y éste nos devuelve la imagen de nuestros miedos y nuestros deseos. Y, a veces, al margen de ingredientes populistas, el reflejo es más turbio de lo que desearíamos: ¿Qué hace que la sangrienta venganza contra un violador o un delincuente sin escrúpulos sea contemplado en algunos films como “un acto de justicia puro, sin obstáculos legales ni éticos” (1)? ¿Siguen resultando catárticas películas tan sórdidas y estremecedoras como El justiciero de la ciudad (Death Wish, Michael Winner, 1974), El hombre de la calle hace justicia (L´uomo della strada si fa gustizia, Umberto Lenzi, 1975), La violencia del sexo (I Spit in your Grave, Meir Zarchi, 1978) o Coto de caza (Jorge Grau, 1983), más allá de la época en que fueron realizadas? ¿Por qué? ¿Acaso el marco social y político -una sociedad deprimida, sumergida en el pesimismo cultural, que reacciona visceralmente desde la rabia y el miedo- es, en cierto modo, semejante (2)? ¿O es que, en el fondo, estamos más cerca de Mike Hammer o Travis Brickle, de Batman, Daredevil o El Castigador, que del Jefferson Smith de Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington, Frank Capra, 1939)? ¿La violencia es entonces intrínseca al ser humano? Pero, por encima de todo, ¿pueden disfrutarse como mero entretenimiento, más allá de (obvias) lecturas políticas y (risibles) intenciones parabólicas? ¿O el panfleto se come la anécdota argumental, la historia humana?...

De todo ello, de la cultura de masas producida en tiempos de crisis o bajo regímenes totalitarios de carácter fascistoide, pretende dar cuenta este monográfico.
.
(1) Antonio José Navarro, en "La tumultuosa década de los 70", incluido en el dossier "Cine policíaco americano de los 70 (y 2)", revista Dirigido, nº 364, febrero 2007.
(2) Ciertamente, son tiempos más políticamente correctos, pero ello explicaría films como Ojo por ojo (Eye for an Eye, John Schlesinger, 1995), Asesinato en 8 mm (8 mm, Joel Schumacher, 1999), El fuego de la venganza (Man on Fire, Tony Scott, 2004), los remakes de Pisando fuerte (Walking Tall, Phil Karlson, 1973) y Vengador (The Punisher, Mark Goldblatt, 1989) -cf. Pisando fuerte (Walking Tall, Kevin Bray, 2004) y The Punisher (Jonathan Hensleigh, 2004)- el regreso de John Rambo (Rambo, Sylvester Stallone, 2008) o la anunciada nueva versión de El justiciero de la ciudad.
.
.

Próximamente - Born in the USA: Pisando fuerte / El ex-preso de Corea.

1 comentario:

toni bascoy dijo...

Esto promete. Espero ansioso este estudio capitulado. Un saludo!