La chica de la foto se llama Marnie Stern. Toca la guitarra. Otra moderna más que toca la guitarra, pensaréis. ¡Error! Marnie toca la guitarra como a tu primo el heavy le gustaría tocar la guitarra. Y sin embargo tiene algo que tu primo no tiene: sensibilidad. Y un gusto amplísimo: De Hella a Deerhoof, de Sleater-Kinney a Orthrelm (sí, existe un grupo llamado Orthrelm), de Television a Don Caballero... A fin de cuentas, de los Beatles a los Battles.La señorita Stern tiene la fórmula con que combinar por un lado mathrock, speedmetal, rock progresivo y heavy nórdico y por otro nada más y nada menos que pop. La receta la conocen sólo ella y Zach Hill −batería de Hella que ha tocado y producido en el debut de la neoyorquina−. Pero la piedra filosofal de la que se vale para transmutar estos estilos ultraminoritarios y absolutamente cerrados en sí mismos en algo aún nada comercial pero ya accesible para oídos menos hechos a ser violados por el metal más retorcido, salta a la vista en la primera escucha. Se trata de que Marnie reconoce el valor de un buen riff, y si le gusta lo repite las veces que haga falta. Y a base de repetir frases pegadizas y meterlas en estructuras medianamente convencionales y en tiempos de tres minutos y pico consigue poperizar lo que no poperiza ni Phil Spector. Y lo hace repitiendo sin cansar, como es de ley en el buen pop, gracias al arma secreta del factor sorpresa.
Al entrar en su disco se tiene la sensación de estar en tierra de nadie. Vemos a cada lado a las tropas en sus trincheras –por un lado las hordas del metal, por otro los GI Joes del pop−, y de golpe, mientras estamos perdidos en medio de las alambradas, se lanzan los unos contra los otros a degüello. Al poco rato te das cuenta de que en lugar de darse de hostias se están dando el mayor de los abrazos. In Advance Of The Broken Arm (Kill Rock Stars,2007) es el resultado de capas y capas de guitarras salidas de horas y horas de ensayo en dormitorios, de haber aprendido y perfeccionado la técnica del tapping después de haber visto a Don Caballero en concierto, de haber sido la única capaz de lograr ser editada por la casi mítica Kill Rock Stars con sólo enviar una demo, de haber podido sustituir las baterías programadas por ella misma sobre las que tocaba sin cesar por las del mismísimo Zach Hill…Conocer la historia que hay detrás de la ascensión escopetada de Marnie Stern borra de un plumazo el primer temor de que tanto revuelo se deba única y exclusivamente a una cuestión de género, a que sea una chica mona, vaya. Discriminación positiva, dicen los políticos. Aunque tal vez sí sea cierto que por fuerza tuviera que ser una mujer la que desencorsetara todos estos géneros-macho y les insuflara algo de intuición, de sorpresa, de calor, de histerismo en su mejor sentido etimológico. Y todo con una pericia técnica apabullante, que nada tiene que envidiar a sus colegas con rabo. Como una Joanna Newsom del metal. “Keep on, keep at it”, dice en Grapefruit. Y aquí tenemos nada menos que los primeros frutos de la tenacidad de esta mujer.
El disco empieza con el caos de las baterías maniacas y las guitarras desquiciadas de Vibrational Match. Comienzo extraño que te dice a las claras, como en una de Terry Gilliam, que estás entrando en un mundo raro, poco familiar. Una de las señas de identidad de la Stern, seguramente nacida de la dificultad a la hora de coordinar, aparece pronto. Consiste en hacer una misma frase con la guitarra y la voz (en “Every single line means something” por ejemplo, donde canta sobre la mentira). Y el tapping. Los dedos, entrenadísimos, corren por el mástil pisando los trastes con una precisión tremenda. Mientras, lanza imágenes bellísimas como “Stand in the Christmas lights and disolve”, en Grapefruit, o bromea sobre el imaginario del heavy en “Precious Metal”. Y del tiempo habla continuamente. También, pinceladas de filosofía, de mitología, sobre el individuo, la imaginación, los juegos. Y experimentos con la guitarra: ruidos disconfortantes, tempos raros, armonías marcianas, distorsiones de otra galaxia. Creando sin parar. Como en un disco de Charlie Parker, impresiona la acumulación de ideas por compás.
La más pinchable, el hit inmediato, la radio-friendly, es sin duda “Put all your eggs in one basket and then watch that basket!!!” (titulazo, por cierto). Comienza con un riff de superglue que da paso a una entrada con acordes a lo Buzzcocks que demuestra todo el talento melódico de esta mujer. Y después del hit el temón: “Absorb those numbers”, en el que demuestra lo bien que ha absorbido ella los números (entiéndase en todo su esplendor polisémico yankee) para poder haber parido algo como esto. Una mezcla entre la épica elegante del Marquee Moon de Televisión, la guitarra rítmica de Tom Morello y los finales irónico/inquietantes de Mike Patton. Joya referencial y reverencial. Maravillosa. Dice cosas como “I work too hard, I’ve got this coming” o, inmediatamente antes de la carcajada final, “I’ve been off the radar way too long, just watch me come right along” con toda la seguridad del mundo, convencida de que se merece el éxito que está teniendo. Tu primo diría que “la pava se lo ha currao”. Y seguramente tu primo tendría razón.
Hacia el final se va haciendo menos dura, más accesible, pero impredecible siempre. Y terriblemente consciente de sí misma, de su arte y de su historia. En “Letters from Rimbaud”, después de una intro lúdica con voces infantiles, empieza a sonar como Kim Gordon injertada a lo señor Burns en el especial de Halloween, sustituyendo en este caso el cuerpo de Homer por el de de Thurston Moore. La marvilla de las maravillas, la gran proeza, es que más adelante, al llegar el momento de repetir esa estrofa, en lugar de hacerlo como tu oído espera que lo haga, decide tocar algo ABSOLUTAMENTE IRRECONOCIBLE. Mientras, dice a grito pelado, demostrando una autoconciencia reservada a grandes yoguis o a grandes yonkis, “¿a qué te recordamos ahora?”. Pasmoso. Y no estoy siendo ditirámbico.
In Advance of the Broken Arm, por si no lo he dicho ya, es un disco experimental. No sólo por la experiencia que supone escucharlo sino sobre todo porque nunca se ha hecho algo así. Kicking_K, crítico en Plan B, dice que Marnie Stern ha reinventado la guitarra. Los críticos, lo sabemos todos, son exagerados por naturaleza porque si no no hay de donde sacar. Y como la hipérbole es una figura retórica, siempre queda la excusa de que lo que uno hace es Literatura. Pero repito, nada de ditirambos. Esta chica con nombre de ladrona hace algo que aún sonando cercano a Battles, Dillinger, Hella o Don Caballero tiene muy poco que ver con ellos porque se sale de los cánones y acerca todos esos mundos rebosantes de testosterona a algo mucho más vital, menos estudiado, menos medido, más espontáneo, menos cerebral, más integral. Y es que Marnie, como recuerda la guitarrista de Electrelane Mia Clarke tambien en Plan B, une lo bueno de ambos mundos, de lo cerebral y lo intuitivo. Y ella, como siempre, lo sabe. Como el título “Plato’s fucked up cave” sugiere, está hasta el coño de esa división entre cabeza y cuerpo, entre psique y soma, entre el virtuoso vacuo y el torpe ahogado en buenas intenciones. Hazlo tú mismo, pero hazlo un poco bien, parece decir con su actitud.
Y cuando ya estás enamorado de Marnie y de su disco llega “Patterns of a diamond ceiling”, en la que de repente la chica es Laurie Anderson recitando unos versos que acompaña con la máxima expresión en música descriptiva. Y entonces consigue que te quedes con la boca abierta porque lo que acabas de escuchar no es sólo el mejor debut en lo que va de año sino un disco redondo, cerrado, me atrevería a decir que conceptual incluso, en el que la autora tiene además la bondad de hacernos una disección de su ethos artístico en su última canción. Y creemos de nuevo en el poder de la música. Y todas nuestras pequeñas impresiones cobran sentido. Y todo se une, todo se ata. Y es absolutamente glorioso. “We must dream on”.
Por JJ Perfecto Idiota.
5 comentarios:
Grande: Perfecto Idiota ha iniciado ya las hostilidades. Increíble reseña.
Qué bien hablas de la rubia. De la otra rubia, digo.
Ahora sí. Esta crítica es la hostia, llego tarde pero llego. Kim Gordon y el viejo Burns siempre se fundieron en nuestro inconsciente pero sólo tú te diste cuenta. Una obra maestra, eres mi crítico musical nº1.
Eres el faro de un coche ante un gamo. Eres una operación de cataratas, el fluorescente de unos aseos públicos, una chispa de yesca en lo profundo del Strong: iluminas y jodes al mismo tiempo.
Besos de papá.
No lo merezco, pero gracias papá.
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