"El Zurdo". Alias de Fernando Márquez, músico, escritor, dibujante, faneditor alternativo, ideólogo “confuso y a menudo contradictorio” (Moncho Alpuente dixit), pero también luciferinamente inquieto y avant garde, de aquello que dio en llamarse la movida madrileña. Creador incómodo y discutido por publicitar su militancia falangista, ha fundado bandas capitales en la música moderna de este país: Kaka de Luxe (1977), Paraíso (1978–80), La Mode (1981–84), Pop Decó (1985–86) y Proyecto Bronwyn (1986–89). Asimismo, es el compositor del puñado de canciones más hermosas del pop español, escritas especialmente para Kikí d´Akí.
Paralelas a la aventura musical son sus valiosísimas colaboraciones en prensa (de ABC a Dezine, Próximo Milenio o Discobarsa, pasando por Mondo Brutto y GQ) y radio (Radio Nacional 1, 3 y 5), la publicación de libros, tanto de reportaje musical (Música moderna, Vainica Doble) como de narrativa (Todos los chicos y chicas. Historias de la Nueva Ola, FE Jones, Mary Ann, Relato secreto y La canción del amor) y la autoedición de fanzines panfletodoctrinales (Cuadernos de pensamiento revolucionario independiente/Cuadernos Prometeo, Punto de vista operativo) y revistas culturales (El corazón del bosque).
Artista integral y hombre de gran amabilidad, “El Zurdo” habló de movida, posmodernidad y prensa marginal con Emergentes y Sumergidos.
Desde que ideó La liviandad del imperdible no ha cesado nunca de editar o colaborar en fanzines, publicados o vía web. ¿Puede hablarnos de la importancia y la situación del fanzine en los años setenta, y de su dilatada experiencia personal?
El fanzine comienza a ponerse de moda poco antes de la movida, sobre el 76, con la denominada "Prensa Marginal". Con la movida surgen sobre todo fanzines musicales. Muchas de estas propuestas darían más tarde pie a publicaciones establecidas (Star, Ajoblanco, El Víbora, Zikkurath Sf, Cairo, La Luna...), bien herederas directas de fanzines, bien recogiendo a personal asiduo de estos. Pero, su importancia ha ido decreciendo desde los 70 hasta hoy. Lo que en su momento eran espacios reales de terrorismo cultural han acabado por devenir en experiencias cocoonistas, los famosos blogs.
Yo siempre he sido un terrorista cultural. En mi caso, saqué una serie de publicaciones autoeditadas que oscilaban entre la opinión política, la creación literaria y la crítica cultural. La más compleja en formato papel fue El corazón del bosque. Y la mejor, tanto en contenido como en colaboradores, mi actual web Línea de sombra. Creo que he mejorado bastante tanto en la calidad de mi munición como en el soporte que la lanza. De unas hojas diminutas en fotocopia a un dominio en la web, de unas quijoteces más o menos convulsas, condicionadas por la circunstancia más biodegradable y panfletaria, a una visión aforística, absolutamente independiente y ajena a toda anécdota, creo que el salto es considerable. Y la gente que me acompaña, tanto en Línea de sombra (http://www.shadowline1.com/lineadesombra) como en el foro Cafexpan –(The) Elderly (Passenger), Dildo (de Congost), (Monsieur) Tiffauges, Charlie (Mysterio), Hubert...–, son muy superiores a muchos de los que me acompañaron en el pasado. Todos bendecidos por la ferocidad zen de Rafa C., el maestro werewolf.
No hace mucho declaró que la movida madrileña fue "una cosa de pijos". ¿Es que el espíritu de movimiento cultural no se dio nunca, o acabó siendo superado por la realidad...?
Esa declaración es una reducción de mi argumentación original que queda distorsionada. Lo que di a entender es que el medio social predominante en la movida (al menos, en sus dos primeros años) era la clase media alta.
Jamás he negado el poso cultural alternativo que había en ello: sin él dudo mucho que Santiago Auserón, Herminio Molero, Carlos Berlanga o un servidor nos hubiésemos involucrado como lo hicimos.
¿Qué opinión le merece la posmodernidad española? ¿Hubo subversión o esnobismo total, genuina modernidad o cínica intelectualización de la caspa y el vacío?
Un poco de todo: subversión de la subversión (básicamente en el plano musical, cuando el pop–rock comenzaba a anquilosarse y a adquirir tintes académico–institucionales), genuina modernidad (equivalente conceptual al ultraísmo español de los 20 y con ecos de la Factory neoyorkina –no es casual que compañeros de viaje literarios de la movida como Andrés Trapiello, Quico Rivas, Juan Manuel Bonet, Federico Jiménez Losantos o Ramón de España reivindicaran esta época de los 20 españoles y sus vanguardias, no siempre bien vistas por la progresía oficial-) y también cínica manipulación (de hecho, considero que la floración de fenómenos como los programas de explotación de freaks a lo Sardá o las mariconadas de la prensa rosa y telebasura tienen su raíz en la movida, como una interpretación.
Desde que cae la modernidad a finales de los 70 se va imponiendo el cinismo, la caspa y el vacío como coartada intelectual (hay páginas muy lúcidas en publicaciones de la Nouvelle Droite francesa sobre esta mutación de la pulsión sartriana y sesentayochista en hedonismo posmoderno, también en libros como La transparencia del mal, de Baudrillard, y en los últimos escritos de Debord). Pero, desde el 11–S, esto empieza a quebrar. La realidad es dura, la posmodernidad es degeneración. La realidad, siempre vinculada al cosmos y a la naturaleza, acaba con la degeneración y con el culto al caos y a la antinaturaleza. Es la vieja metáfora de la caída de Sodoma o de los mutantes putrefactos que se enfrentan a los gorilas a caballo con espejismos.
Paralelas a la aventura musical son sus valiosísimas colaboraciones en prensa (de ABC a Dezine, Próximo Milenio o Discobarsa, pasando por Mondo Brutto y GQ) y radio (Radio Nacional 1, 3 y 5), la publicación de libros, tanto de reportaje musical (Música moderna, Vainica Doble) como de narrativa (Todos los chicos y chicas. Historias de la Nueva Ola, FE Jones, Mary Ann, Relato secreto y La canción del amor) y la autoedición de fanzines panfletodoctrinales (Cuadernos de pensamiento revolucionario independiente/Cuadernos Prometeo, Punto de vista operativo) y revistas culturales (El corazón del bosque).
Artista integral y hombre de gran amabilidad, “El Zurdo” habló de movida, posmodernidad y prensa marginal con Emergentes y Sumergidos.
Desde que ideó La liviandad del imperdible no ha cesado nunca de editar o colaborar en fanzines, publicados o vía web. ¿Puede hablarnos de la importancia y la situación del fanzine en los años setenta, y de su dilatada experiencia personal?
El fanzine comienza a ponerse de moda poco antes de la movida, sobre el 76, con la denominada "Prensa Marginal". Con la movida surgen sobre todo fanzines musicales. Muchas de estas propuestas darían más tarde pie a publicaciones establecidas (Star, Ajoblanco, El Víbora, Zikkurath Sf, Cairo, La Luna...), bien herederas directas de fanzines, bien recogiendo a personal asiduo de estos. Pero, su importancia ha ido decreciendo desde los 70 hasta hoy. Lo que en su momento eran espacios reales de terrorismo cultural han acabado por devenir en experiencias cocoonistas, los famosos blogs.
Yo siempre he sido un terrorista cultural. En mi caso, saqué una serie de publicaciones autoeditadas que oscilaban entre la opinión política, la creación literaria y la crítica cultural. La más compleja en formato papel fue El corazón del bosque. Y la mejor, tanto en contenido como en colaboradores, mi actual web Línea de sombra. Creo que he mejorado bastante tanto en la calidad de mi munición como en el soporte que la lanza. De unas hojas diminutas en fotocopia a un dominio en la web, de unas quijoteces más o menos convulsas, condicionadas por la circunstancia más biodegradable y panfletaria, a una visión aforística, absolutamente independiente y ajena a toda anécdota, creo que el salto es considerable. Y la gente que me acompaña, tanto en Línea de sombra (http://www.shadowline1.com/lineadesombra) como en el foro Cafexpan –(The) Elderly (Passenger), Dildo (de Congost), (Monsieur) Tiffauges, Charlie (Mysterio), Hubert...–, son muy superiores a muchos de los que me acompañaron en el pasado. Todos bendecidos por la ferocidad zen de Rafa C., el maestro werewolf.
No hace mucho declaró que la movida madrileña fue "una cosa de pijos". ¿Es que el espíritu de movimiento cultural no se dio nunca, o acabó siendo superado por la realidad...?
Esa declaración es una reducción de mi argumentación original que queda distorsionada. Lo que di a entender es que el medio social predominante en la movida (al menos, en sus dos primeros años) era la clase media alta.
Jamás he negado el poso cultural alternativo que había en ello: sin él dudo mucho que Santiago Auserón, Herminio Molero, Carlos Berlanga o un servidor nos hubiésemos involucrado como lo hicimos.
¿Qué opinión le merece la posmodernidad española? ¿Hubo subversión o esnobismo total, genuina modernidad o cínica intelectualización de la caspa y el vacío?
Un poco de todo: subversión de la subversión (básicamente en el plano musical, cuando el pop–rock comenzaba a anquilosarse y a adquirir tintes académico–institucionales), genuina modernidad (equivalente conceptual al ultraísmo español de los 20 y con ecos de la Factory neoyorkina –no es casual que compañeros de viaje literarios de la movida como Andrés Trapiello, Quico Rivas, Juan Manuel Bonet, Federico Jiménez Losantos o Ramón de España reivindicaran esta época de los 20 españoles y sus vanguardias, no siempre bien vistas por la progresía oficial-) y también cínica manipulación (de hecho, considero que la floración de fenómenos como los programas de explotación de freaks a lo Sardá o las mariconadas de la prensa rosa y telebasura tienen su raíz en la movida, como una interpretación.
Desde que cae la modernidad a finales de los 70 se va imponiendo el cinismo, la caspa y el vacío como coartada intelectual (hay páginas muy lúcidas en publicaciones de la Nouvelle Droite francesa sobre esta mutación de la pulsión sartriana y sesentayochista en hedonismo posmoderno, también en libros como La transparencia del mal, de Baudrillard, y en los últimos escritos de Debord). Pero, desde el 11–S, esto empieza a quebrar. La realidad es dura, la posmodernidad es degeneración. La realidad, siempre vinculada al cosmos y a la naturaleza, acaba con la degeneración y con el culto al caos y a la antinaturaleza. Es la vieja metáfora de la caída de Sodoma o de los mutantes putrefactos que se enfrentan a los gorilas a caballo con espejismos.
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"Es evidente que una fase de esta historia ha terminado: el tiempo de lanzamiento indiscriminado de ofertas al mercado. Y no porque se aburra el público, sino porque nos aburrimos todos. La ceremonia de la confusión ha servido para integrar obras y personajes que jamás hubieran dispuesto de esa oportunidad en otro contexto. Ha servido también para destronar los viejos mitos y para que nadie se sienta seguro en el terreno que pisa. Pero es esencial ir mucho más lejos. No basta con mostrar y consumir, no basta agitar con frases publicitarias más o menos afortunadas, ni con publicar o exponer a todos los desocupados que quieren ser artistas. Hay que reflexionar y profundizar. Hace falta gente que crea en lo que hace y que tenga una verdad privada que ofrecer. Restituir a su lugar lo que de pasional y sincero tiene la creación artística y provocar el mito sin cuyo concurso el espectáculo se convierte en una pobre caricatura de sí mismo... El tiempo ha transcurrido, se ha transformado el paisaje, tenemos cierta urgencia y es posible que todavía nos queden fuerzas"
Borja Casani.
(La fotografía es de Ion de Sosa)
2 comentarios:
Es un refrito de una entrevista (inédita) que le hice hace ya algún tiempo. ¿La quito, la dejo...?
Déjala. Yo voy a colgar la mía.
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