"Las pantallas se llenaron de imágenes que remitían, esencialmente, a otras imágenes anteriores, mientras que la vida y la realidad social se mantenían impenetrables, o invisibles, para una mayoría de directores empeñados en hacer cine sobre el cine y sin capacidad para hablar de lo que veían a su alrededor."
Carlos F. Heredero
En EE.UU. podría considerarse a los más conspicuos cineastas de aquello que dio en llamarse NCA (Nuevo Cine Americano, a finales de los años 60 del siglo pasado) los primeros cultivadores de un cine posmoderno. El Héroe Anda Suelto (Targets, 1968), de un primerizo Bogdanovich, y la mayor parte de la obra de Brian De Palma, Steven Spielberg y John Carpenter (a los que cabría añadir la de los ulteriores John Landis, Joe Dante y Jim Wynorski, más jóvenes, entre otros) dan buena prueba de ello. Es una mirada plagada de citas y referencias, a medio camino del cine del pasado y una visión personal y renovadora del mismo, nueva en cierto modo. Los nombres mencionados constituyen (junto con otros como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, George Lucas, Leonard & Paul Schrader...) la primera generación de directores crecidos con el cine y la televisión (en algún caso, como único estímulo cultural: cfr. Spielberg), por lo que eran, son, además de antiguos cinéfilos, mitómanos irredentos, empeñados en rehacer las películas que les habían gustado cuando eran niños o adolescentes: “Antes del vídeo, robar ideas era mucho más fácil porque nadie más las había visto”, dice Paul Schrader, guionista de Fascinación (Obsession, 1976), una mezcla de Vértigo. De entre los Muertos (Vertigo, Alfred Hitchcock, 1957) y Sanma No Aji (Yasujiro Ozu, 1962) filmada por Brian De Palma (1).
El análisis del origen y las causas de la posmodernidad como fenómeno cultural excede sobradamente los límites de un blog (incluso de uno con tantas pretensiones como este), pero en su aplicación cinematográfica, variante degenerada, esta puede conducir al callejón sin salida de los remakes A de modestos films de serie B. El escritor y crítico José María Latorre lo explica muy bien: “Digamos que siempre han existido remakes y que algunas de las mejores películas del género (se refiere al fantástico y de terror) son remakes. Pero lo que hay que buscar en el remake es su necesidad, no su capricho, ni una única vulgar actualización por la vía de la desmesura” (2). “Hollywood ha conseguido apropiarse la fórmula ‘sanguinario y violento’ hasta acabar con ella, y en la actualidad incluso la película más tirada necesita un gran presupuesto. Ya no resulta divertido. Una versión de The Corpse Grinders que contara con un presupuesto de diez millones de dólares seguro que no tendría el encanto de la original. La truculencia ya no eriza los pelos”, dice John Waters (3). Pero ahí quedan las versiones actualizadas y millonarias de un par de simpáticas cochambres de William Castle (producidas por el cinéfilo Zemeckis: House on Haunted Hill, William Malone, 1999, y 13 Fantasmas / Thir13en Ghosts, Steve Beck, 2001), la tibia reformulación del slasher setentero a partir de los libretos urdidos por el hoy casi olvidado Kevin Williamson, 2001 Maníacos (2001 Maniacs, Tim Sullivan, 2005 –apadrinada por Eli Roth, joven bárbaro bajo la férula de Quentin Tarantino–) o la muy decepcionante Planet Terror (Robert Rodríguez, 2007) (4).
El error fatal de la posmodernidad cinematográfica, una situación que con el éxito de Quentin Tarantino sólo fue a peor. La marea de engendros resacosamente emulativos que provocó en todo el mundo fue horrible (entre los más inmediatos, Killing Zoe, Roger Avary, 1994; Abierto hasta el Amanecer / From Dusk Till Dawn, Robert Rodríguez, 1996; y Asesinos de Reemplazo / The Replacement Killers, Antoine Fuqua, 1997: surge la tarantinada, amorfa, enfermiza, ultraviolenta), afectando incluso a los directores incipientes. El cineasta Eugenio Mira apunta al respecto: “el principal peligro (ante esa crisis de ideas, real o aparente, pero total y genuinamente posmoderna) lo tiene el rollo ‘año cero’. O sea, cuando llega Tarantino y todo el mundo sitúa ahí el origen de las conversaciones entre mafiosos, sin haber tenido en cuenta todo lo que se ha hecho antes, todo lo que inspiró a Tarantino. Es como si para dibujar cómics sólo te inspiras en dibujantes de cómic. Estás recibiendo una gran cantidad de información de segunda mano, procesada y filtrada. Debes ir a las fuentes” (5).
En un caso similar al de su admirado Sergio Leone, a Tarantino le crecieron los enanos. “Me disgusta que todo el mundo me señale como el padre del spaghetti–western. Porque soy el padre, sí, pero de un montón de hijos de puta”, solía declarar Leone. La diferencia estriba en que el vanidoso Tarantino siempre ha bendecido esta clase de homenajes, más bien regüeldos cinéfilos, a su persona.
El cine de Tarantino revisita oscuros, exóticos fenómenos culturales (la acción made in Hong Kong, blaxpoitation, los films de locuras al volante...), se nutre, como otros realizadores de la era del vídeo, de materiales de derribo, de los cascotes del cine de bajo presupuesto. Pero Tarantino ha convertido el pirateo de ideas ajenas (esto es, el arsenal de guiños cinematográficos, citaciones culturales y demás fenómenos de intertextualidad que alimentan el debate en torno a la cultura trash y pulp) en un “ejercicio de mimesis que ya va más allá de los simples postulados de una determinada posmodernidad sustentada en una nueva formulación del pastiche” (6). Con Kill Bill (2003-2004) lo que habían empezado siendo referencias se convirtió en la esencia misma del relato. Y en Death Proof (2007) no trató de sustituir ese viejo cine, irremediablemente perdido, olvidado e incluso despreciado, directamente lo recreó. La trayectoria artística de Tarantino resulta apasionante, no importa que en sus últimos films la historia se reduzca a una anécdota descabellada, alargada más de lo necesario, o la tonta y complaciente autocita.
Así las cosas, ¿qué se puede esperar, de ser cierto, de ese remake de la cult movie de Russ Meyer Faster Pussycat! Kill! Kill! anunciado por Tarantino? No hay que olvidar que esta caspa sobrevalorada es una de las festivas e hipercromáticas presencias en las viñetas animadas de Death Proof, en el que las tres protagonistas de su segunda parte se asemejan a una alocada mezcla de las Superhembras meyerianas con las Supernenas de Craig McCracken. Por si fuera poco, parece que Britney Spears (!), Eva Mendes y Kim Kardashian (esta última, una descerebrada famosa por su amistad con Paris Hilton y su vídeo porno con el rapero Ray J –sic-) sustituirían a las míticas Tura Satana, Haji y Lori Williams...
El análisis del origen y las causas de la posmodernidad como fenómeno cultural excede sobradamente los límites de un blog (incluso de uno con tantas pretensiones como este), pero en su aplicación cinematográfica, variante degenerada, esta puede conducir al callejón sin salida de los remakes A de modestos films de serie B. El escritor y crítico José María Latorre lo explica muy bien: “Digamos que siempre han existido remakes y que algunas de las mejores películas del género (se refiere al fantástico y de terror) son remakes. Pero lo que hay que buscar en el remake es su necesidad, no su capricho, ni una única vulgar actualización por la vía de la desmesura” (2). “Hollywood ha conseguido apropiarse la fórmula ‘sanguinario y violento’ hasta acabar con ella, y en la actualidad incluso la película más tirada necesita un gran presupuesto. Ya no resulta divertido. Una versión de The Corpse Grinders que contara con un presupuesto de diez millones de dólares seguro que no tendría el encanto de la original. La truculencia ya no eriza los pelos”, dice John Waters (3). Pero ahí quedan las versiones actualizadas y millonarias de un par de simpáticas cochambres de William Castle (producidas por el cinéfilo Zemeckis: House on Haunted Hill, William Malone, 1999, y 13 Fantasmas / Thir13en Ghosts, Steve Beck, 2001), la tibia reformulación del slasher setentero a partir de los libretos urdidos por el hoy casi olvidado Kevin Williamson, 2001 Maníacos (2001 Maniacs, Tim Sullivan, 2005 –apadrinada por Eli Roth, joven bárbaro bajo la férula de Quentin Tarantino–) o la muy decepcionante Planet Terror (Robert Rodríguez, 2007) (4).
El error fatal de la posmodernidad cinematográfica, una situación que con el éxito de Quentin Tarantino sólo fue a peor. La marea de engendros resacosamente emulativos que provocó en todo el mundo fue horrible (entre los más inmediatos, Killing Zoe, Roger Avary, 1994; Abierto hasta el Amanecer / From Dusk Till Dawn, Robert Rodríguez, 1996; y Asesinos de Reemplazo / The Replacement Killers, Antoine Fuqua, 1997: surge la tarantinada, amorfa, enfermiza, ultraviolenta), afectando incluso a los directores incipientes. El cineasta Eugenio Mira apunta al respecto: “el principal peligro (ante esa crisis de ideas, real o aparente, pero total y genuinamente posmoderna) lo tiene el rollo ‘año cero’. O sea, cuando llega Tarantino y todo el mundo sitúa ahí el origen de las conversaciones entre mafiosos, sin haber tenido en cuenta todo lo que se ha hecho antes, todo lo que inspiró a Tarantino. Es como si para dibujar cómics sólo te inspiras en dibujantes de cómic. Estás recibiendo una gran cantidad de información de segunda mano, procesada y filtrada. Debes ir a las fuentes” (5).
En un caso similar al de su admirado Sergio Leone, a Tarantino le crecieron los enanos. “Me disgusta que todo el mundo me señale como el padre del spaghetti–western. Porque soy el padre, sí, pero de un montón de hijos de puta”, solía declarar Leone. La diferencia estriba en que el vanidoso Tarantino siempre ha bendecido esta clase de homenajes, más bien regüeldos cinéfilos, a su persona.
El cine de Tarantino revisita oscuros, exóticos fenómenos culturales (la acción made in Hong Kong, blaxpoitation, los films de locuras al volante...), se nutre, como otros realizadores de la era del vídeo, de materiales de derribo, de los cascotes del cine de bajo presupuesto. Pero Tarantino ha convertido el pirateo de ideas ajenas (esto es, el arsenal de guiños cinematográficos, citaciones culturales y demás fenómenos de intertextualidad que alimentan el debate en torno a la cultura trash y pulp) en un “ejercicio de mimesis que ya va más allá de los simples postulados de una determinada posmodernidad sustentada en una nueva formulación del pastiche” (6). Con Kill Bill (2003-2004) lo que habían empezado siendo referencias se convirtió en la esencia misma del relato. Y en Death Proof (2007) no trató de sustituir ese viejo cine, irremediablemente perdido, olvidado e incluso despreciado, directamente lo recreó. La trayectoria artística de Tarantino resulta apasionante, no importa que en sus últimos films la historia se reduzca a una anécdota descabellada, alargada más de lo necesario, o la tonta y complaciente autocita.
Así las cosas, ¿qué se puede esperar, de ser cierto, de ese remake de la cult movie de Russ Meyer Faster Pussycat! Kill! Kill! anunciado por Tarantino? No hay que olvidar que esta caspa sobrevalorada es una de las festivas e hipercromáticas presencias en las viñetas animadas de Death Proof, en el que las tres protagonistas de su segunda parte se asemejan a una alocada mezcla de las Superhembras meyerianas con las Supernenas de Craig McCracken. Por si fuera poco, parece que Britney Spears (!), Eva Mendes y Kim Kardashian (esta última, una descerebrada famosa por su amistad con Paris Hilton y su vídeo porno con el rapero Ray J –sic-) sustituirían a las míticas Tura Satana, Haji y Lori Williams...
Como inteligente (a la vez síntesis y recuperación) repaso de la tradición del exploit, Kill Bill y en especial Death Proof, a los que pronto se sumará este nuevo Faster Pussycat! Kill! Kill!, señalan el inicio de una nueva era estética: la que lleva de la recopilación de materiales genéricos a la hibridación subcultural, al palimpsesto como forma de acercarse a una realidad de otro modo impenetrable; una alternativa más efectiva que el costumbrismo falsamente realista, "la única posible en un mundo en el que la percepción humana no cesa de constituirse como un grandioso collage de imágenes y sonidos" (7). Sin embargo, una duda permanece en el recuerdo: ¿dónde quedó Inglorius Bastards?
(1) Biskind, Peter. Moteros tranquilos, toros salvajes. La generación que cambió Hollywood, Anagrama, Barcelona, 2004.
(2) Latorre, José María. El cine fantástico, Dirigido Por, Barcelona, 1987.
(3) Waters, John, “Cómo no hacer una película”, incluido en Majareta, Anagrama, Barcelona, 1990.
(4) Para otra entrada queda comentar la honestidad y coherencia a este respecto de las propuestas, gusten o no, de Rob Zombie (La Casa de los 1000 Cadáveres / House of 1000 Corpses, 2003; Los Renegados del Diablo / The Devil´s Rejects, 2005; Halloween. El Origen / Halloween; 2007) y de los remakes de La Matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, Marcus Nispel, 2003) y Las Colinas Tienen Ojos (The Hills Have Eyes, Alexandre Aja, 2006), que han regenerado un determinado cine de terror (las nasty movies de los 70-80 agrupadas bajo el label de “American Gothic”).
(5) Declaraciones de Eugenio Mira a “En rodaje” (2005).
(6) Casas, Quim. “Cannes 2007”, revista Dirigido Por, nº 368, junio 2007, pp. 34-35.
(1) Biskind, Peter. Moteros tranquilos, toros salvajes. La generación que cambió Hollywood, Anagrama, Barcelona, 2004.
(2) Latorre, José María. El cine fantástico, Dirigido Por, Barcelona, 1987.
(3) Waters, John, “Cómo no hacer una película”, incluido en Majareta, Anagrama, Barcelona, 1990.
(4) Para otra entrada queda comentar la honestidad y coherencia a este respecto de las propuestas, gusten o no, de Rob Zombie (La Casa de los 1000 Cadáveres / House of 1000 Corpses, 2003; Los Renegados del Diablo / The Devil´s Rejects, 2005; Halloween. El Origen / Halloween; 2007) y de los remakes de La Matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, Marcus Nispel, 2003) y Las Colinas Tienen Ojos (The Hills Have Eyes, Alexandre Aja, 2006), que han regenerado un determinado cine de terror (las nasty movies de los 70-80 agrupadas bajo el label de “American Gothic”).
(5) Declaraciones de Eugenio Mira a “En rodaje” (2005).
(6) Casas, Quim. “Cannes 2007”, revista Dirigido Por, nº 368, junio 2007, pp. 34-35.
(7) Quintana, Ángel. "Kill Bil Vol. 2", revista Dirigido Por, nº 335, junio 2004, pp. 28-31.
5 comentarios:
Oye tío, el último Cahiers va sobre todo esto. Analiza el nuevo-nuevo cine americano, a la luz de los padres setenteros y de la reincorporación o consolidación en la actualidad de gente como Lumet, Eastwood, Redford o Nichols , así como la nueva hornada (Fincher, Anderson -P.T. y Wes-, Dominik...). Está bastante bien, aunque sólo lo he leído por encima. Se hace hincapié en que quizá no tuviera sentido hablar en los 70 de un supuesto "nuevo cine" americano, si éste -a diferencia de sus homólogos europeos o sudamericanos- nunca quiso romper con el cine previo, (el cine de papá) sino simplemente ser una continuación (o actualización) del relato industrial anterior.
En ese sentido estoy de acuerdo en el hecho de que los setenta y su postmodernismo no son sino una reformulación de lo clásico, más mascada y menos idealista, más autoconsciente pero igualmente primaria. (¿Verdaderamente el público desvela todos los guiños que los cinéfilos atribuimos a los relatos postmodernos? Recuerdo cómo recibió el público una película tan evidente como Starship Troopers, sólo vio en ella una película de acción y no detectó ni uno solo de los símbolos fascistas.)
Muy recomendable a este respecto (y no estoy haciendo publicidad, lo juro) un artículo de Asier sobre el remake (o calcomanía, que diría él) que hizo Van Sant con Psycho, en un fascículo especial llamado Reescrituras, que reflexiona precisamente sobre los límites de los postmoderno, la apropiación cultural y la política del remake.
Y termino con una cita de Robert Stam sobre el cine postmoderno o "cine replicante, en donde el fin de la originalidad acompaña el declive de las utopías".
También estoy de acuerdo con eso.
¿En serio? Siempre llego tarde. Me puse a escribir sobre ello (una visión muy insuficiente, después de todo) tras enterarme de ese proyecto de remake de la caspa de Russ Meyer...
Bueno, tampoco te fustigues. En realidad, creo que la Cahiers salió ayer. El tema está en el ambiente.
Desperdicios regresa, y por la puerta grande. Oreja y rabo.
P.D.: ¿Qué demonios iba a ser Inglorious Bastards?
No he podido esperar a tu respuesta y he encontrado esto:
"El siguiente proyecto de este genio levanta todas las expectativas, aún cuando no hay ni fecha concreta de inicio de rodaje, guión definido o fecha de estreno real. La info actual es sólo tentativa, y dependerá de los calendarios y las vacaciones habituales del director tras sus rodajes.
Sin detalles concretos de la historia, más que la ambientación en la Segunda Guerra Mundial y una misión de soldados de los EUA enfrentando a los Nazis, se habla de que podría tratar de hombres a punto de morir, a quienes se les ofrece una oportunidad de evitar la ejecución.
El "problema" real de la historia es que, entre Jackie Brown y Kill Bill, hizo un esbozo de guión de sus Inglorious Bastards, pero en vez de un solo guión le salieron tres...
A la fecha, no se sabe si se reescribe uno solo, si habrá uno, dos o tres “volúmenes” de esta cinta (¡no, por favor!), si se trata de tres cintas distintas no seriadas, si se rodarían simultáneamente, si son tres episodios de algo común, etc... Es decir, apenas se sabe el título.
Del reparto, solo se confirma a la fecha la presencia del incondicional de Tarantino,Michael Madsen, y se habla de nombres tan variados como Adam Sandler y habituales de Quentin, como Harvey Keitel o Steve Buscemi. Los rumores hablan de variantes adicionales como Stallone, o hasta Bruce Willis, pero nada concreto se sabe a la fecha.
Según las últimas noticias, no se trata de un remake de la cinta homónima de 1977, pero la presencia de Bo Svenson (que salió en esa cinta) muestra un claro homenaje. El otro homenaje es el nombre del personaje de Madsen, “Babe Buchinsky”, homenaje a Charles Bronson, quien salió en muchos filmes de la Segunda Guerra Mundial (The Great Escape, The Dirty Dozen) haciendo roles similares al de Madsen."
¡Qué ganas!
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