viernes, 24 de octubre de 2008

Entrevista a absence (de El Blog Ausente)

absence, aka el Señor Ausente, es tan sólo el heterónimo tras el que se oculta el creador e ideólogo de El Blog Ausente (http://www.absencito.blogspot.com/). Abandonado en la selva amazónica cuando era niño, fue criado por una tribu de bellas caníbales y rescatado por Ingo Sponda, el infatigable coleccionista de cajas de cerillas. En la actualidad, vive recluido en la barcelonesa Spider Island, desde la que se dedica al cultivo y propagación, "a colores y en espectacular formato", del virus de Subcultura que asola nuestra sociedad. De su labor se ha dicho: "Un trabajo de arqueología pop lleno de genio" (Jordi Costa). "Una patada en los huevos a la cultura culta" (Jorge Riera). "El Cahiers du Cinema de la serie Z". "La mitad de las cosas de las que habla o no las conozco o no me interesan. Y aún así le sigo diariamente".

Se sabe también que forma parte desde hace años de la terrible logia de los bruttos catalanes, quienes durante años han preservado fielmente su verdadera identidad.
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¿Cuándo, cómo y por qué nace tu alter ego absence?

Uf. El origen está en mis amigos de juventud. Siempre he tenido cierto vicio (que puede ser virtud) por desconectar de lo que me rodea y quedarme ensimismado pensando o haciendo algo. Digamos que cuando me concentro tardo unos segundos en regresar, por lo que pasaron a decir que tenía "ausencias". Cuando la conexión a Internet entró en casa (finales de 1995) la primera (y emocionante) noche acabé en un chat usaca y ante la necesidad de un nick pense en mi "hecho" ausente y lo puse en inglés. Se convirtió en mi nick y lo he usado durante más de una década.

Durante los 90 escribí en revistas de tendencias del todo olvidables con mi nombre, Daniel Fernández, que es bastante inocuo y anónimo. Curiosamente, en Internet, como absence, me conocía todo el mundo. Así que llegó un momento en que me di cuenta de que estaba más contento de lo que escribía como "absence" que de lo que escribía con mi nombre; lo convertí en seudónimo habitual, con variaciones como Señor Ausente y similares.
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Has (re)formulado el concepto de sociedad estupefaciente y la has denominado Sociedad Borderline. ¿Qué relación hay entre ésta y la Cultura Mostrenca anunciada por Jordi Costa?
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Creo que es lo mismo. Con Jordi me pasa una sincronía extraña. Dos o tres veces he escrito algo y luego he visto que Costa ya lo había dicho antes. A mí es algo que me hace feliz, es como obtener un certificado ISO.

A propósito de cultura pajera y chatarra fílmica hablabas de “la cantidad de información inútil que sobre cine de (muy) baja categoría pueden almacenar mentes ociosas inmersas en la sociedad borderline a la que pertenecemos y que nos dice 'más vale que vean películas italianas de caníbales a que discutan sobre la revolución'". La subcultura pop, ¿es escapismo, al mismo tiempo gozoso y alienante, o reflejo de una sociedad (la del espectáculo y el consumo)?
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Peliaguda cuestión. Hace ya seis o siete años que escribí lo de la Sociedad Borderline, y algún día debería actualizarlo. En algunos momentos la ironía se torna confusa. En realidad, ambas facetas se dan a la vez. Hay que despojar al concepto de escapismo de matices peyorativos, pues supone la búsqueda del sentido de la maravilla. Lo que es importante es no perder la perspectiva con la realidad. La cultura popular es indisoluble de la sociedad de la que sale.
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El ejemplo de las películas de caníbales es clave: muchos de sus directores estaban muy comprometidos con la izquierda italiana, que es algo que hoy puede chocar porque parece que para un "progre" una desagradable explotación gore sea la antítesis de su ideal de entretenimiento. La culpa está en el azote de lo políticamente correcto, que, además, ha convertido la incorrección en patrimonio de la derecha.

Mirando la hemeroteca de La Vanguardia, he descubierto que La invasión de los zombies atómicos (Incubo sulla cità contaminata, Umberto Lenzi, 1980) fue valorada positivamente por el crítico en su momento, que es algo que aplaudo y me llena de alegría. Eso sí, se justifica por la condición de comunista de Lenzi, como si un izquierdista no pudiera disfrutar de una película de zombies per se, dejando la ideología al margen.
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Con esta obsesión de un sector de la crítica por la ideología y el mensaje se dicen muchas tonterías. No recuerdo dónde ni quién escribió que una de las virtudes de Mystic River de (Clint) Eastwood era “su sincera crítica a la doble moral cristiana”, sólo porque los que abusan del menor al inicio llevan un crucifijo colgando del retrovisor. ¡Por Dios! Si es imposible encontrar una película más religiosa que ésa, con Tim Robbins convertido en Jesucristo. Y ya que hablamos de Jesucristo: La Pasión (The Passion of the Christ, 2004) de Mel Gibson es de una bizarrez extrema que incluye planos subjetivos de la visión de Cristo. Yo con cosas como esa sólo puedo levantarme y aplaudir, y me la suda que su director sea un derechista de cojones. Creo que he acabado divagando. Siguiente pregunta.

Creo que el donostiarra Javier Aguirre es buen ejemplo de esta dualidad esquizoide. Tan pronto pergeñaba Los chicos con las chicas (1967), Una vez al año, ser hippy no hace daño (1969), El jorobado de la morgue (1973) o las películas de Martes y Trece y de Parchís como inventaba el Anticine o adaptaba a Ángel Vázquez (Vida perra, 1982); actualmente, tras décadas de dedicación a las sucesivas modas del cine de subgéneros, sólo dirige films experimentales. ¿Qué opinión tienes de él?

No he visto sus films experimentales. De hecho, Aguirre salió de la experimentación, hizo cine comercial y regresó a su lugar de partida. Me sabría mal que renegara de su obra intermedia. Las películas sobre éxitos catódicos del momento son lo que son, eso está claro, pero Los chicos con las chicas es un producto ye-yé de cuando jugar con lo pop era vanguardia (aunque fuera copiando a los británicos); Una vez al año, ser hippy no hace daño es un film a reivindicar, y mucho, de lo mejor que se hizo en el género del costumbrismo celtíbero y con algún chiste autoreferencial buenísimo (hace tiempo que tengo pendiente hablar de ella en el blog). Su contribución al terror hispano de los 70 tiene una atmósfera de goticismo decadente muy potente y son buenas películas. Y no hay que olvidar Carne apaleada (1978).
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¿Cuál es, a tu juicio, el valor de la obra de realizadores como Ted V. Mikels o Bruno Mattei? ¿Aceptas la etiqueta de poscine?

Si te soy sincero, no me he parado a indagar qué significa exactamente hablar de poscine, aunque puedo intuirlo.

El cine nace como espectáculo de feria, con la caseta de los freaks como vecina. Ese ánimo de espectáculo de derribo exhibiendo falsas atrocidades está en el cine de gente como Bruno Mattei, un hijo más del subproducto de explotación italiano, y me interesa por eso. Con Ted V. Mikels lo que me pasa es que me aburrí y fasciné a la vez repasando sus Astro-Zombies (1968), y eso, la fascinación ante ese bostezante tempo cinematográfico, es decadencia cinéfila. Así que si el tempo de Mikels es el mismo que el de (Michelangelo) Antonioni o (Michael) Haneke hay que preguntarse porque unos son considerados como “buenos autores” y el otro como un mal sacamantecas. ¿Quizá porque hay zombies y sale Tura Santana? ¡Pero si eso es algo que mejoraría cualquier película de arte y ensayo!
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La violencia gratuita, el sexo, ese “un poco más de lo permitido” que hizo grande al cine trash, parecen haberse adaptado al mercado, han sido asimilados y ahora son mainstream. ¿Cuál crees que es el revulsivo hoy en día de un nudie de Doris Wishman o de Las torturas de la Inquisición (Hexen bis aufs Blut gequält, aka Mark of the Devil, Michael Amstrong, 1970)? ¿Hay algo más allá del divertimento camp, del visionado risible?
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En realidad, la violencia nunca es gratuita, y en los 70 el cine llegó a extremos no superados. Y creo que el mainstream no la ha adaptado al mercado porque es cobarde por naturaleza. No creo que hoy haya revulsivos comparables a las películas citadas. Vale, el porno es un mercado de éxito, pero sigue siendo subterráneo. No hay cine X en las multisalas de un gran centro comercial. La violencia no suponía ninguna traba para que las películas se estrenasen en España, sino el sexo. Los tebeos de la Warren se publicaban aquí tal cual, con sus hachazos, y sólo se vestía un poco a alguna fémina. Y de la Hammer se estrenaba todo. El problema era el sexo, y por eso Las torturas de la Inquisición no se estrenó hasta que hubo clasificación “S”, que era algo que, en un principio, sólo se refería a los desnudos, pero que como atraía a la gente, se amplió a la violencia por motivos puramente comerciales. Por eso el primer Mad Max fue “S”, para aumentar su fuerza comercial.
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Si hay un subcine enfermizo y repulsivo, definitivamente malsano, es el porno-nazi/sado-gore italiano, el que viene de Love Camp 7 (Lee Frost, 1969), Portero de noche (Il portiere di notte, Liliana Cavani, 1974) y las lascivas W.I.P. movies y acaba explotando descaradamente aquello que dice denunciar. ¿Qué opinas de naziexploitations como La esvástica en el vientre (La svastica nel ventre, Mario Caiano, 1977), La última orgía de la Gestapo (L´ultima orgia del III Reich, Cesare Canevari, 1977) o La bestia en calor (La bestia in calore, aka The Beast in Heat, Ivan Katansky/Luigi Batzella, 1977)?
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Que son películas repugnantes y, por lo tanto, fascinantes, y que hay que reivindicarlas siempre porque son el espejo del alma. Hoy se habla de relativismo moral y cosas así, cuando es todo lo contrario. Así que si hoy miramos hacia atrás y vemos estas películas nos tiramos de los pelos y las guardamos en el sótano, bien ocultas. Porque, además, esas películas, con todo el fetichismo nazi que tienen, son hijas de la izquierda exquisita de los 60, que era muy amiga del fetichismo, del sado-maso light. Cosas de las que hoy se reniega, porque son tabú. Y los tabúes hay que aflorarlos. Lo mejor de todo es que esa especie de revisionismo subpop de los campos de exterminio tiene su origen en la fascinación malsana que despertaron algunas declaraciones de los Juicios de Nuremberg tras la guerra. Éstas llegaron a fascinar a los mismos israelíes, que también editaron novelitas pulp de este tipo. Hoy todo eso debe ser olvidado porque es inmoral.
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Posiciónate: ¿blog o fanzine? Jimina Sabadú decía que el primero casi ha llegado a matar al segundo. Sin embargo, creo que El Blog Ausente es muy fanzineroso, no hay nada de esa descripción entre absurda y zopenca de la propia rutina. ¿Cuál consideras que es el medio adecuado para un nuevo periodismo joven, creativo y (contra)cultural?
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El medio es Internet, ya sea en forma de blog, portal, foro, pdf de distribución. A mí me encantan los fanzines. Y como fetichista del papel me gusta la existencia física del fanzine, pero es obvio que Internet permite una mayor difusión y ahorra trabajo. Es más eficiente. Y puedo poner un tutubo, robar una foto de aquí y de allá. Pero, yo siempre he pensado que hago una especie de fanzine con forma de blog, que se enriquece de los comentarios de gentes (a menudo sabias). Aunque también es cierto que ciertos vicios decadentes de la blogosfera están presentes en El Blog Ausente.

¿Qué subgéneros, cinematográficos o de otro tipo, te interesan especialmente? ¿Por qué?
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Uf... Me sería más fácil decir que no me gusta el melodrama, aunque tampoco es eso. Es evidente que el fantástico, en un concepto amplio (incluyendo agentes secretos imposibles, o el terror de psicópatas), es algo que me tira desde la infancia. En realidad, me gusta cualquier género cuando roza el delirio, y eso es muy propio de la serie B, del cine de explotación, del subproducto exótico.
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¿Qué te fascina de los picores terrorífico-adolescentes de la AIP? Tus críticas de Yo fui un hombre-lobo adolescente (I Was a Teenage Werewolf, Gene Fowler, Jr., 1957), Blood of Dracula (Herbert L. Strock, 1957), etc., son de lo mejor que he leído sobre estas películas...
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Gracias. En esos años hubo una explosión de la imagineria terrorífica con espíritu camp. En los EEUU, cuya forma de entender la cultura pop es la madre del cordero, se prohibieron los tebeos, pero sus lectores llenaron los autocines mientras las matinales televisivas se poblaban de anfitriones, con Famous Monsters of Filmand convertida en éxito infantil que reivindicaba a los monstruos de la Universal y ofrecía bello merchandising. Y todo eso en el marco de una sociedad aparentemente feliz, próspera, fascinada por el futuro y el átomo, y, al mismo tiempo, paranoica. Todo en paralelo con el nacimiento del rock and roll; porque yo llegué a estas películas por el punk, y, sobre todo, por los Cramps. Yo creo que todo ese fenómeno cultural de la América de los 50 es clave para entender la cultura pop y su influencia perdura hasta hoy.

Mi reivindicación de estas películas en concreto viene tras leer Moteros tranquilos, toros salvajes, de Peter Biskind, que es un libro que está muy bien, pero que tiene un terrible agujero: no cita a (Roger) Corman, cuando es claro que la AIP cobijó a todos esos cineastas de los 70, mientras otros eran hijos de la explosión del terror camp. Coño, si hasta Jack Nicholson era el sobrino de uno de los dueños de la AIP (James H. Nicholson). Y, claro, Biskind acaba diciendo que La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977) es clave para entender la cultura del blockbuster, porque convirtió a los jóvenes en el público ideal, cuando en realidad ese cambio se produjo en los años 50. El cambio es meramente una cuestión de presupuestos, no de espectadores.

Por último, como buen degustador del cine fantástico y de terror mexicano, ¿tienes previsto escribir más ampliamente sobre Fernando Méndez, Alfonso Corona Blake o Juan López Moctezuma? ¿Y sobre René Cardona (padre e hijo)? ¿Para cuándo un artículo sobre grandes negados como Jerry Warren o Pete Walker?

El cine chatarra mexicano es fascinante. Una hermosa comunión de influencias pop extranjeras y tradición propia. Con superhéroes ficcionando la realidad y absoluta falta de vergüenza a la hora de llevar a cabo cualquier producto. La pena es que me falta perspectiva local. Me gustaría reseñar todas esas películas mexicanas, pero tengo un problema de tiempo libre. No soy un profesional, tengo un trabajo que no tiene nada que ver y no me gusta descuidar la vida familiar; me van proponiendo cosas a las que es difícil decir que no mientras intento no descuidar el blog porque me da muchas satisfacciones y es un acto de amor a lo que me gusta. Y ahí estamos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ejemplificadora y muy necesaria entrevista.

Raul Sensato dijo...

Loor a Lord Absence.

Kike dijo...

Fascinante este repaso al cine bizarro del pasado. Gran entrevistador y gran entrevistado, ciertamente.

Anónimo dijo...

Estupenda entrevista. Y qué grande Ausente, siempre.

scanners dijo...

Se me he hecho realmente corta... Necesaria una segunda parte!

Julio dijo...

Me parece muy aguda la observación sobre Corman que hace Absence. Más teniendo en cuenta que fue el protector de Coppola, que es el paradigma de director de los 70.