"El decreto Miró y sus sucesivas enmiendas habrán hecho mucho por la proyección internacional del cine español, pero a nosotros, que queríamos hacer nuestra primera película, nos cerraba todas las puertas. No es que no nos dieran una subvención, es que no la queríamos porque siempre pensamos que, al primar la qualité, la consiguiente disminución de la producción implicaba una reducción de los intersticios por los que nos pudiéramos colar los francotiradores. Hablando en plata, que si se producen ochenta películas al año, caben las de alto presupuesto, las de bajo presupuesto y alguna sin presupuesto ninguno, pero cuando la cosecha anual no llega a los cuarenta títulos, ni siquiera tienes sitio en la línea de salida.
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(...) Justino supuso un modesto triunfo modéstico en cuanto a la posibilidad de hacer cine sin grandes presupuestos. Las tres películas (Justino, un asesino de la tercera edad, Matías, juez de línea y Atilano, presidente) han tenido un coste bastante inferior al de la media teórica de una producción nacional. Hemos bromeado varias veces argumentando que con más dinero terminaríamos haciendo dos películas en lugar de una. Lo cierto es que nunca hemos tenido problemas graves más allá de la limitación de plazos. Siempre hemos sabido antes de empezar hasta dónde podíamos llegar y hemos actuado en consecuencia.
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Con Justino ganamos la batalla de la producción, pero hemos perdido la guerra en la distribución. Con una media de diez películas nuevas en la cartelera cada semana, hacerte un hueco es cada vez más difícil y mucho nos tememos que si se estrenara hoy en día, saltaría de la pantalla en el primer fin de semana. Traducido al esperanto: uno puede rodar por dos cuartos, pero la inversión para arrostrar un estreno con las mínimas garantías excede las posibilidades de cualquier película modesta. Sólo se puede sacar si por una u otra circunstancia cuentas con el apoyo de los medios de comunicación."
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