Baden Powell, el guitarrista con nombre de boy scout, y Vinicius de Moraes, el poeta con nombre de diplomático (o el diplomático con nombre de poeta) compusieron juntos Os Afrosambas a principios de la década de los sesenta. Se habían conocido en 1962, cuando Baden Powell comenzaba a ser alguien en la música brasileña y Vinicius estaba en la cima de su popularidad, después de haber publicado varios libros de poemas, haber servido a su país en el Itamaraty, el cuerpo diplomático brasileño, a lo largo y ancho del mundo, haber escrito la obra de teatro en que se basó la oscarizada (y globodeorizada, y palmadeorizada…) Orfeo Negro (Orfeu de Conceiçao, 1956), o haber sido coautor junto con Antonio Carlos Jobim de la multimillonaria “Garota de Ipanema”, principal cepa del virus de esa pandemia que terminó siendo la bossanova.
Tanto Baden Powell como Vinicius estaban fascinados con la música del candomblé (una religión animista importada por esclavos africanos, muy arraigada en Bahía) y las “sambas da roda”, y decidieron profundizar en esos estilos del folclore baiano para luego inyectárselos a la convaleciente bosanova, que tras conquistar el mundo se estaba convirtiendo en una música insustancial. Algunos años más tarde, en enero de 1966, se decidieron a grabar juntos ocho de las canciones que habían compuesto y el resultado fueron las Afrosambas, reeditadas ahora por enésima vez, en esta ocasión por Él/Cherry Red.
Se trata de un disco tropical, optimista y enamorado de la vida, aunque consciente de que a veces duele, como decía el otro. Sus canciones están en su mayoría dedicadas a deidades del candomblé (llamadas "orishas", como Iemanjá o Xangó) y exploran las raíces más negras de la música brasileña.
De Moraes explica en las notas originales del disco, incluídas como es de ley en esta edición, que a la hora de grabar las canciones quisieron que primara la espontaneidad. Querían huir, dijo entonces, de la comercialidad y de las modas, entre ellas de la superproducción y la profesionalización mal entendida. En consecuencia, todo el disco tiene un aire de despreocupación, conseguido gracias a lo que dieron en llamar un “coro de amistade” (que consistía en un grupo de amigos reunidos para la ocasión). El caos que generaron está de todos modos más que controlado: A parte de unos excelentes músicos, contaron con las gargantas de los entonces aún desconocidos Coro Em Cy y el Coro Misto, que en cada momento apoyan a Baden Powell (guitarra) y Vinicius (voz) apasionadamente. El resultado es como una grabación de campo de un guateque carioca, muy lejos del sonido aséptico de la bossa de ascensor o de cuarto de estar de alta sociedad que inmediatamente asociamos con esa década (pienso por ejemplo en el Wave de Jobim, que personalmente encuentro aburrido. Wave está mucho más cerca del cliché, de los lugares comunes de la bossa, quiero decir, que tiene ese sonido de café-bar de hotel de cuatro estrellas, de banda sonora de Vacaciones en el mar, de música ambiental para señoras que tienen a la jet-set por grupo de aspiración social. Un disco que serviría perfectamente como colofón postorgásmico gay (recordemos el guiño de Berlanga en la portada de Indicios) y eso, con perdón de Zerolo, me lleva a desconfiar. Es una música, me dicen las orejas, que apesar de sus virtudes, no tiene alma, no tiene corazón, todo lo contrario que ésta, que es pura vida).
Las canciones de Os Afrosambas hablan de dualidades, de lo humano y lo divino, de las pasiones, de los sueños. “Tiempo de amor” es un manifiesto tropicalista: “Ah, nao existe coisa mais triste que ter paz”, cantan todos a coro, en contra del conformismo, del inmovilismo, de la muerte. Las demás canciones: El “Canto de Iemajá” es música concreta grabada en el paraíso terrenal, “Bocoché” es más negra que el betún... Todas y cada una de las afrosambas son un experimento, un experimento que además salió bien, cosa que (solemos olvidar) no pasa siempre en las artes experimentales.
En la presente edición (en la que por cierto se echan de menos las letras de las canciones, que sí se encontraban en la edición anterior de Sony de 2003 ―aunque las tenéis aquí [http://vagalume.uol.com.br/vinicius-de-moraes/directory/]―) se agradece la inclusión del disco A Vontade (1963), esta vez sólo de Baden Powell (aunque incluye varias canciones compuestas junto con Vinicius que datan de la época en que gestaban las afrosambas). Al lado de esta cumbre de la música del siglo XX el pobre A Vontade se queda pequeño. Sin embargo es mucho más que un simple “bonus” con el que llenar el margen entre un lp y un cd. Permite escuchar aislado, casi sin compañía, el estilo expresivo de Baden Powell. El título (que entiendo puede traducirse por “La voluntad” pero también como “A voluntad”, o sea, “A placer”) refleja muy bien esa mezcla por un lado de técnica trabajada y por otro de soltura y despreocupación que tan bien transmite su guitarra.
Sorprende leer en las notas del disco que Baden Powell, poco antes de morir, convertido al cristianismo evangélico para redimirse de sus adicciones, no sólo renegó de la música que más alto le ha llevado sino que aseguró que las afrosambas se trataban de la mismísima música del diablo. Candomblé y animismo para un evangelista, malo. Para los demás, la magia de las afrosambas de Baden Powell y Vinicius de Moraes sólo puede ser negra si no miramos más allá del color de la piel de sus canciones. Debajo, el alma de esta música resplandece más blanca que el sol de Ipanema.
Por Mauricio Farniente
4 comentarios:
Gran artículo. Muy bien escrito, espero que sigan las reseñas con ese equilibrio entre lo didáctico y lo culto, sin vulgaridad ni kikoamatismos. Ahora yo digo: Bai, bai, bai bai, Bai bai, bai bai.
Víctor B.
vai vai Víctor B!
(quiere decir gracias en baiano)
gracias por el artículo. Mi disco preferido de la MPB. Lo más increíble es el sentimiento religioso, el misticismo de las letras y la música (en canto de Iemanjá son realmente sirenas quienes corean!)
Ahora eso sí, no concuerdo con lo que decís de Wave... es verdad que es cliché y toda la bola, pero eso es lo que HAN hecho de él. En sí Tom es una maravilla, y está mas allá de todos los asensores en los que se lo escucha.
abrazo!
Publicar un comentario